miércoles, 7 de julio de 2010

Cap 11

Mi nuevo compañero se quedó en su cuarto y yo bajé y me tumbé en el sofá. Me quedé dormida mientras pensaba en todo lo que había ocurrido. Estos días estaba durmiendo más de lo que había dormido en mi vida. Por desgracia, la pesadilla volvió a rondar por mi cabeza inconsciente mientras soñaba. Pero esta vez fue diferente. Yo paseaba por un oscuro bosque lleno de amapolas. Llevaba puesto un vestido largo y tenía alas como si fuese un hada. El cielo tenía un negro inigualable y tenebroso. Mire hacia arriba y la vi... la luna. Era roja, como la sangre... Era como encontrarme con mis dos yo. La primera, era la chica buena que siempre había sido, o al menos, la que había intentado ser, la chica que paseaba por el bosque tranquila, sin problemas. Mi otra parte estaba reflejada en la luna roja y el cielo tan negro, esa era mi parte oscura, la parte a la que tanto odiaba y deseaba oprimir. Caminaba entre los árboles lentamente, evitando las sombras de éstos y buscando una luz en la que resguardarme, un lugar donde poder tumbarme y y esconder mi cara entre las mis piernas. No quería enfrentarme a mi "yo" vampiro, pero tenía que hacerlo, formaba parte de mí por mucho que yo intentara negarlo y huir de esa parte que tanto me atemorizaba. Me senté bajo el árbol más grande de la zona y hundí mi rostro en mis frías y duras piernas. Había cambiado, las mapolas habían desaparecido y mi vestido blanco era ahora rojo. A mi lado se encontraba una pequeña laguna en la que se reflejaban los árboles, el cielo, y por supuesto, la roja luna. Me miré en el agua cristalina y vi mi rostro, que ahora era blanco. Mis labios eran ahora rojos, y caía sangre a ambos lados de mi boca...
-Michelle, despierta -era lo único que oía, una voz procedente de un ángel, una voz celestial. Y un olor entró por mis fosas nasales y bajó por mi tráquea, haciendo que mi boca se llenara de saliva y que me humedeciera los labios con mi fría lengua.
Abrí los ojos y lo vi. Era Adam que tenía su rostro a pocos centímetros del mío. Aguanté la respiración y él se alejó un poco de mí, y hacía bien.
-Estabas teniendo una pesadilla -me explicó. No pude interpretar su rostro, estaba frío, distante, con el ceño fruncido.
-¿Cómo sabes que tenía una pesadilla? -le pregunté mientras me erguía en el sofá y me sentaba.
-Te movías mucho y decías algo sobre una luna roja... -me sonrió y suspiré, por suerte no había escuchado nada de lo que tendría que preocuparme. Me levanté y fui a la cocina. Cerré la puerta para que no pudiera verme y apoyé mis manos sobre el mármol que rodeaba el fregadero. Agaché la cabeza, lo que hizo que mis pelos cayeran a ambos lados de ésta.
¿Por qué yo? Siempre había querido ser una chica normal, bueno, me gustaba ser vampira pero había preferido ser humana, con una vida y todo lo que eso conlleva. No podía ser normal mientras deseara matar a todo humano que se me cruzase por medio, no podía ser normal corriendo a la velocidad de un coche, no podía ser normal si podía levantar diez veces mi peso, no podía ser normal si no podía morir. Simplemente, no podía ser normal siendo un vampiro. Suspiré, pues ya no podía hacer nada para volver a la normalidad. Llevaba noventa años viviendo como una vampiresa, y tendría que seguir siéndolo durante toda la eternidad. Por ésto, me había prohibido a mí misma morder a ningún humano, no quería arrebatarle su vida a ninguna persona, lo veía como algo egoísta. Arrebatar la vida a alguien por desear su sangre... Era cruel, y no podía entender por qué lo hacían los demás vampiros.
Cogí un zumo de naranja de la nevera y me lo tomé de un trago. Adam seguía en el salón, podía oír su respiración, el latir de su corazón, y sobre todo, percibía su dulce y apetecible olor. Miré el reloj, ya eran las diez de la noche, hora de bañarme. Cuando pasé por la puerta de la cocina, Adam me miró durante un segundo y luego volvió a dirigir su mirada hacia la televisión. Era guapísimo, hermoso, único... Su rostro iluminado por la tenue luz del televisor era simplemente perfecto. Su pelo brillante y oscuro resaltaba su palidez.
Sacudí la cabeza y subí las escaleras.
 Hoy no iba a darme un baño largo. No llené la bañera, simplemente me di una ducha. El agua cálida caía sobre mi piel. Usé un gel con olor a aloe vera y lavé mi pelo con un champú con olor a chocolate. Me volvía loca el chocolate y ese champú olía realmente bien. Me sequé con la toalla e inmediatamente me puse el pijama. No tenía ganas de secarme el pelo con el secador y me lo dejé mojado. Como aún era verano, no tardaría mucho en sercarse. Bajé las escaleras y me senté en el otro sofá.
Adam estaba tumbado en el sillón, mirando la televisión. Estaba viendo una serie llamada "Los hombres de Paco". Trataba sobre un grupo de policías que solían "meter la pata" muy a menudo pero que al final, siempre resolvían los casos. Me gustaba esa serie, sobre todo Lucas, un policía joven y guapísimo, con la piel morena y el pelo oscuro, que tenía un poco de barba, lo que le daba un aspecto peligroso y misterioso.
Mi compañero se levantó y fue a la cocina. Caminaba como un modelo, con una gran desenvoltura, como si su cuerpo fuese una pluma y no tuviera que hacer ningún esfuerzo para moverlo. Se movía como yo, como uno de los míos. Pero esa idea ya estaba descartada, pues ningún vampiro poseía corazón ni sangre. La única sangre que podía salir de nosotros eran nuestras lágrimas.
No podía parar de mirarlo, simplemente parecía que me había hipnotizado. Cogió dos pizzas de la nevera y me miró.
-¿Quieres una? -su voz angelical interrumpió mis pensamientos.
-Sï -le respondí rápidamente.
-¿Cuá? ¿La de bacon o la de jamón? -me gustaba mucho la de bacon, pero la de jamón también era una de mis favoritas.
-Tengo una idea, ¿que tal si las partimos en dos y cada uno coge una mitad de cada pizza? Así comeríamos media pizza de jamón y media de bacon -se me había ocurrido sin apenas pensar. Al parecer, vivir en compañía se me daba bien.
-Buena idea -puntualizó. Mostró una enorme sonrisa torcida y me miró de reojo sonriendo mientras metía las pizzas en el horno. Me encantaba su sonrisa, me hacía sentir bien.
Coloqué dos vasos y una jarra de agua en la mesa que estaba frente la televisión. Cuando la campana del horno sonó, Adam sacó las pizzas y las puso sobre la mesa. Él se sentó en el sofá que estaba frente la televisión, y yo en el que hacía esquina con éste. Cogió el corta-pizzas y las cortó por la mitad. Nos las comimos en unos veinte minutos mientras veíamos "Los hombres de Paco". Apenas pude enterarme de lo que iba el capítulo, ya que me llevé todo el tiempo mirando a Adam.Los dos estábamos rígidos, con los puños cerrados sobre nuestras rodillas y la espalda totalmente pegada al respaldo del sofá. Me desconcertaba su mirada, miraba el televisor totalmente concentrado, como si fuese algo más que un simple aparato eléctrico. O tal vez intentaba no mirar hacia otro lado, me daba la impresión de que evitaba encontrarse con mis ojos. Cuando acabó la serie se levantó y cogió su plato. Pasó a mi lado y seguidamente me levanté para imitarle. Limpié mi plato y lo metí en el lavavajillas, él hizo lo mismo. Salí por la puerta y Adam quiso salir a la misma vez que yo. Nuestras manos se rozaron, y nos miramos confundidos. Su mano estaba caliente, demasiado, diría que se encontraba a unos cuarenta y cinco grados centígrados. Se apartó de mí, seguramente se dio cuenta de lo fría que estaba mi piel, generalmente me encontraba a quince grados centígrados, tal vez por eso me había parecido que su mano estaba tán cálida. Subió las escaleras rápidamente y escuché como se cerraba la puerta de su habitación Me fui a mi cuarto y me quedé totalmente dormida. 
Ese había sido mi primer día con Adam.
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Comentad por favor, me aburro si no comentáis. :D

1 comentario:

  1. Hola,esta muy buena tu novela, apenas comence hace unos minutos y ya voy por este capitulo!! me enganche rapidisimo! =).
    Saludos y suerte

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