viernes, 30 de julio de 2010

Cap 19



















Cuando los rayos del sol iluminaron mi habitación desperté. Me sentía muy bien. Mi cuerpo estaba cálido y entonces me acordé. Adam. Él se había quedado en mi cuarto dormido conmigo. Un frío sobrenatural invadió mi cuerpo, la calidez se había ido por completo. Volvían a ser los genes vampíricos los que se apoderaban de mi cuerpo. Suspiré. Giré sobre la cama para ver a Adam, pero no estaba. Seguramente ya había bajado a desayunar. Me había quedado dormida con la ropa de ayer, comencé a quitármela y me puse un vestido de verano que casi siempre usaba para estar por casa o ir a la piscina. Era rojo con adornos blancos e iba atado al cuello. Cogí mis sandalias rojas y me las puse, eran cómodas y sencillas, perfectas para estar en casa.                                                     
Bajé por la escaleras y miré en el salón, no había nadie. Seguidamente caminé hacia la cocina, pero Adam tampoco estaba allí. Seguramente había salido a comprar. Abrí la nevera, pero no había nada que me apeteciera comer. Miré el reloj de la cocina, ya eran las diez de la mañana. Me senté en el sofá y encendí la televisión. No había nada interesante que ver, por lo que decidí que lo mejor era apagarla para no gastar luz tontamente. Subí a mi habitación para ordenarlo todo y allí estaba él. En mi cama había un enorme lobo dorado tumbado, y tenía una rosa roja en la boca. En la cama habían varias rosas rojas esparcidas. Le mostré mi mejor sonrisa y besé la frente del lobo, mi lobo. Él se levantó ágilmente de la cama y desapareció por la puerta de mi habitación. Me senté al borde del colchón y cogí una rosa para olerla. El olor de una rosa era sin duda, una de las mejores fragancias del mundo, pero Adam olía mejor. Escuché la puerta de mi habitación chirriar y Adam, en forma humana, entró. Llevaba un pantalón de cuadros negros y blancos, que le llegaba por encima de la rodilla. No tenía puesta la camiseta, y yo lo agradecía en mi interior, porque un cuerpo tan perfecto como el suyo había que lucirlo. Se me caía la baba solo con verlo (no literalmente). Giró sobre si mismo con gracilidad y se fue otra vez de mi habitación. Me levanté para seguirlo pero él se puso en la puerta y me impidió el paso.
-No, tú espera aquí. Yo vendré ahora mismo -asentí como una tonta pues me había quedado paralizada al ver su cuerpo perfecto tan cerca del mío y al sentir su embriagador aliento en mi cara. Bajó las escaleras y yo aproveché la ocasión para hacer la cama y ordenar un poco el cuarto. Levanté las persianas y salí al balcón. Hacía un día precioso, con el sol iluminando el cielo azul y los pájaros cantando felices. Entré en la habitación y cogí las rosas que había en la cama para meterlas en un jarrón con agua. Lo puse sobre la mesita de noche y sentí como unas cálidas manos rodeaban mi cintura. Adam me abrazó y pegó mi espalda a su cuerpo. Apoyó su cabeza en mi hombro y yo giré la mía para mirarlo. Su cara irradiaba felicidad y su sonrisa me hizo sentir como si estuviera en las nubes.
-He preparado el desayuno -susurró a mi oído y su cálido aliento hizo que me estremeciera. Cuando notó que mi cuerpo había temblado cuando me habló, se rió y me apretó más contra su cuerpo. Etrelacé mis dedos con los suyos y él me liberó de su abrazo. Sin separar el abrazo de nuestras manos, bajamos por las escaleras y miré la mesita que había frente al sofá. Un olor llegó a mí. Eran tostadas, churros y chocolate caliente. Miré a Adam y le sonreí. Nos sentamos en el sofá y comenzamos a comer.
-Gracias -dije mientras me aferraba con mis manos a uno de sus musculosos brazos.
-De nada. ¿Te gusta? -preguntó refiriéndose al desayuno.
-Sí, me encanta -asentí con una sonrisa mientras me llevaba a la boca la tostada y después tomé un poco de chocolate caliente. Nos quedamos mirándonos a los ojos durante un tiempo. Estaba tan atrapada en esos ojos verdes que no sabía si habían pasado segundos o horas. Pero el timbre de la puerta sonó y estropeó aquél hermoso momento. Los dos dimos un pequeño respingo porque el sonido de timbre nos había cogido desprevenidos. Me levanté y abrí la puerta de mala gana. ¡Oh, mierda! Era Nico, ya ni siquiera me acordaba de que existía.
-Hola -me saludó con una hermosa sonrisa, pero en ese momento, yo no estaba de muy buen humor y tuve que controlarme para no mandarlo a la mierda.
-Hola ¿querías algo? -pregunté friamente.
-Pues la verdad es que sí, venía a preguntarte si querrías venir a la piscina pública -¿piscina? ¿Había en Chucena piscina? A mi me encantaba bucear y cuando le iba a decir que sí, recordé a Adam. Quería pasar con él todo el tiempo posible.
-Es que yo... -iba a darle una negativa, pero sentí como un brazo cálido recorría mi cintura. Miré a mi derecha y ahí estaba mi ángel.
-¿Quieres que vayamos? -me preguntó Adam mientras apretaba su brazo entorno a mi cintura de forma posesiva.
-Sí, si tu quieres -contesté muy animada. Estaba deseando ir a la piscina.
-Pues entonces vamos. Nico, tú puedes irte ya a la piscina, porque nosotros tardaremos en cambiarnos -dijo de una manera un tanto hostil. Noté su brazo y todo su cuerpo tensarse. Pasé mi mano por su espalda y la metí un poco por debajo de su chaleco, acariciando la parte más baja de su espalda. Se tranquilizó un poco cuando mi piel entró en contacto con la suya.
-Vale, me iré a la piscina. Allí estaré -respondió sin mirar a Adam, sus ojos estaban posados en mí. Se fué y cerré la puerta. Miré a Adam como una asesina y él me devolvió la mirada lleno de remordimiento.
-Lo siento, lo siento -se disculpó con una voz de corderito degollado que me mataba.
Subí las escaleras corriendo y me metí en mi habitación. Busqué en el armario y encontré los bikinis. Tenía varios, pero escogí el que más me gustaba. La parte de arriba era blanca y tenía dibujada en uno de los pechos una nota musical a color negro. La parte de abajo era negra adornada con un cinturón blanco.


Me puse el bikini rápidamente, me miré en el espejo y me quedaba perfecto. Yo no tenía que preocuparme por depilarme, ya que a los vampiros no les crecía el pelo del cuerpo, solo se hacía más largo el de la cabeza. Me fui al baño para peinarme. Cogí el cepillo y desenredé mi pelo. Escuché a Adam saliendo de su habitación y caminando por el pasillo, venía hacia el baño. Dio unos suaves golpes en la puerta.
-¿Puedo pasar? -escuché al otro lado de la puerta.
-Sí -dije finalmente. Entró y se acercó a mí tan rápido que casi ni lo vi.
-Estás guapísima -dijo mientras recorría mi cuerpo con la mirada. Finalmente sus ojos se posaron en los míos.
-Tu también -llevaba un bañador de rayas negras y blancas. No pude evitar sonreir al ver que nuestros gustos eran muy parecidos. Después me quedé mirando su hermoso cuerpo, sus piernas, su rostro perfecto... Me iba a derretir.



-Siento mucho haber tratado así a Nico, pero es que se le cae la baba cuando te mira -¡estaba celoso! ¡Adam estaba celoso de Nico!
-¿Estás celoso de Nico? -le pregunté, aunque sabía que la respuesta era sí.
-Pues sí, lo estoy -admitió.
-Pues no deberías estarlo. Tendrías que confiar en mi. A mi no me gusta él, y además, estoy contigo -sus ojos resplandecieron y me agarró por la cintura para pegar nuestros cuerpos.
-Entonces... ¿Puedo decir que somos novios? -asentí con la cabeza, que estaba apoyada sobre su cáliente y fuerte pecho. Levanté la cara para mirarle. Quería besarle. Deseaba que se repitiera la escena que vivimos en nuestra pradera.
Pasé mi gélida mano por su espalda y con la otra acaricié su pelo castaño. Se separó un poco de mí, lo suficiente para poder posar sus labios sobre los míos. Sus besos eran dulces, pero una llama se prendió dentro de mi cuerpo y me pidió más. Me aferré con una mano a su cuello y con la otra a su pelo y lo atraje hacia mí. Él bajó su mano hasta mis nalgas y con la otra acarició mi cabello. El beso se hizo más y más apasionado. Yo movía mis labios sin control y él parecía estar ardiendo en deseo, al igual que yo. Los dos abrimos nuestras bocas a la vez y nuestras lenguas se juntaron, haciendo brotar nuestra pasión. Me tropecé y nuestros labios se separaron. En seguida volví a recorrer el espacio que había entre nosotros y le besé desenfrenadamente. Mi mano se posó en su trasero y lo atraje hacia mi cuerpo. Sus gemidos hacían que mi pulso se acelerase y que el ritmo del beso aumentara. Gemí de placer cuando sus labios y su lengua recorrieron mi cuello. Estaba hiperventilando y su boca se juntó con la mía. Pasé mis dientes por su labio inferior y después mi lengua y la suya comenzaron a moverse juntas. Adam me empujó delicadamente hacia la pared del baño y aplastó su cuerpo contra el mío. Acercó su rostro al mío lentamente. Su dulce aliento entró por mis fosas nasales y casi me hizo babear. Cuando nuestros labios se rozaron, escuchamos a alguien pegando en la puerta. Su rostro casi se cae a pedazos. Puse mi mano en su barbilla y le obligué a que me mirara a los ojos. Sonreí pícaramente y me acerqué a él para pasar mi lengua por sus dulces y suaves labios.
Sentí un leve temblor en su cuerpo cuando mi lengua rozó su boca. Estábamos los dos muy excitados, pero teníamos que ir a abrir la puerta. Sin decir media palabra, se separó de mí y bajó las escaleras, abrió la puerta y por poco pierde la cordura al ver que el que había llamado era Nico. Bajé todo lo rápida que pude para que no cometiera una locura. Él no soportaba a Nico y menos aún, ahora que nos había interrumpido.
-Estábais tardando y vine por si habíais cambiado de opinión -explicó mirándome de arriba a abajo, Adam tenía razón, parecía un perro cuando ve un buen filete, solo le faltaba babear.
-Estábamos ocupados -me excusé mientras besaba el hombro de Adam y éste se aferró a mi espalda con su brazo. Esperaba que Nico pillara la indirecta. Se había quedado boquiabierto (literalmente). Miraba a Adam con rabia.
-Siento haberos interrumpido -dijo Nico con una voz alegre y triunfante. Ya no me parecía tan guapo y encantador y sus ojos de color miel ya no tenían ningún efecto sobre mí.
-Voy a coger las toallas y nos vamos -subí hasta llegar a mi armario y cogí una toalla negra con un rottweiler dibujado (me encantaban esos perros, siempre había querido tener uno) Me volví  a poner el vestido rojo y blanco que usé por la mañana. Entré en la habitación de Adam y busqué en su armario, había una toalla negra con dibujos blancos, era muy bonita. Cuando tenía las dos toallas, bajé las escaleras y le di la suya a Adam.
-¿No cogéis protector solar? -preguntó Nico frunciendo el ceño. A nosotros no nos afectaba el sol, pero era buena idea para pasar desapercibidos, ya que cualquier humano pálido se habría quemado si no hubiera usado crema protectora.
-Es que como no teníamos pensado ir a la piscina no compramos protector -me excusé.
-Si quieres yo puedo dejarte el mío -dijo refiriéndose solo a mí. Adam seguía callado a mi derecha, supongo que intentando no soltar una bestialidad por su boca.
-Sí, gracias. ¿Nos vamos? -dije de mala gana, se me habían pasado las ganas de ir con Nico a la piscina.
Fuimos hacia la piscina, que estaba muy cerca de mi casa. Ninguno dijimos palabra alguna durante el corto trayecto y el silencio comenzaba a incomodarme. Cuando entramos al recinto de la piscina, nos colocamos bajo una sombrilla y dejamos nuestras toallas a la sombra.
Me quité el vestido y Nico se quedó mirándome como un baboso.
-¿Puedes pasarme el protector solar? -Le pregunté a Nico y éste me pasó la crema. Me la eché en los brazos, las piernas, la cara, el vientre... -Adam, ¿me puedes echar el protector en la espalda?
-Claro, túmbate en la toalla -me tumbé boca abajo sobre su toalla. Adam se echó la crema en las manos y después masajeó mi espalda. Una sensación de calor abordó mi cuerpo cuando sus cálidas manos recorrían mi cuerpo con suma delicadeza. Terminó de extender la crema y me levanté.
Nos dirigimos los tres hacia la piscina, solo estábamos nosotros y el socorrista.

miércoles, 28 de julio de 2010

Cap 18



















Ya estábamos muy cansados y Adam y yo decidimos que lo mejor era volver ya a casa. Nos despedimos de Pablo, que por cierto, también vivía en Chucena, muy cerca de la calle donde estaba nuestra casa. Mi herida ya estaba completamente recuperada cuando llegamos a casa. La gente que nos vio por la calle se nos quedó mirando, a Adam porque solo llevaba unos pantalones y unos zapatos, lo que dejaba ver su magnífico cuerpo escultural, y a mi se me quedaron mirando porque tenía una pinta ridícula con la ropa de Adam, que me quedaba grande y el chaleco estaba lleno de sangre. La verdad, me habría gustado tener el poder de Pablo para poder saber que estaban pensando de nosotros.
Adam me miraba sonriendo y pasó su brazo por mi cintura al notar que yo me sentía algo nerviosa. El contacto con su suave y cálida piel me hizo relajarme. Deseé poder abrazarlo y decirle que le amaba con toda mi alma, decirle que no quería pasar un segundo de mi vida sin él.
Pasaron cuatro días y no fuimos al instituto, llamamos para decir que nos encontrábamos con dolores de barriga y que no podríamos ir esa semana. El licántropo marrón no volvió a molestarnos y Adam y yo nos divertíamos mucho por las noches (no penséis mal) correteando por los tejados de las casas y dando un paseo hasta nuestra pradera (ahora la llamábamos "nuestra pradera"  porque allí nos conocimos). La noche del viernes cenamos y nos fuimos directamente hacia la pradera. Allí nos tumbamos sobre la hierba y yo apoyaba mi cabeza en su fuerte brazo. Odiaba tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos de mi alcance. No podía soportar que nuestros labios se encontraran a pocos centímetros y no lo pudiera besar. Esto tenía que acabar. Se me hizo un nudo en el estómago, pero ya había tomado la decisión, y era irrevocable. Le miré algo aturdida y confusa, él estaba observando las estrellas. Su rostro pálido y hermoso era aún más perfecto a la luz de la luna. Me erguí hasta quedar sentada y le miré, él me respondió con una sonrisa mientras seguía tumbado. Recorrí su rostro angelical con la mirada ¿cómo podía ser tan perfecto? Y no lo digo solo por lo hermoso que era, además de eso, era súper cariñoso y bueno conmigo, le encantaban los animales, al igual que a mi, y teníamos los mismos gustos y aficiones. Nos compenetrábamos muy bien, y con solo verlo, oírlo u olerlo mi día era simplemente perfecto. Solo de imaginarlo entre mis brazos, mi corazón palpitaba enloquecido, y él lo notó.
-¿Te pasa algo? -preguntó preocupado mientras se sentaba y giraba la cabeza para mirarme. Su aliento era embriagador y único, como deseaba poder sentirlo más cerca.
-No... bueno, sí -estaba tan confundida, pero toda la confusión desapareció al ver sus hermosos ojos verdes, que solo los podía ver cuando estábamos a solas, pues el los camuflaba con su poder para no llamar la atención.
-Puedes contármelo si quieres -una sonrisa se esbozó en su rostro, pero esta fue una sonrisa para darme ánimos.
-No es algo que se pueda contar, es algo que se tiene que demostrar -se me escapó el aire en un suspiro y agaché la cabeza. Sentí su cálida mano bajo mi barbilla. Movió mi cabeza hasta que nuestros rostros se quedaron frente a frente. Podía ver la confusión reflejada en sus ojos verdes. 
Sin pensarlo dos veces pasé mi mano por su mejilla y después acaricié su pelo. Me aferré con las dos manos a su cuello y me acerqué lentamente, dándole la oportunidad de rechazarme si no me quería. Pero él hizo todo lo contrario, acarició suavemente mi pelo con una mano y la otra la puso en la parte más baja de mi espalda, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo. Acercamos nuestros rostros aún más, ya casi se rozaban nuestros labios. Adam me agarró de la cintura y me sentó sobre él, lo que hizo que mi vestido corto se deslizara por mis piernas y dejó ver parte de mis muslos. Se quedó mirando mis piernas y soltó una risita nerviosa y jadeante, como si le faltara el aire. Volvió a mirarme a los ojos y se acercó lentamente. Su olor era aún mejor de cerca. Nuestros labios se unieron y dudé un poco pues nunca había besado a nadie. Adam movió sus labios con delicadeza y yo comencé a mover los míos. Sus labios eran dulces y suaves, sabían a gloria. Aún sin despegarnos, se tumbó en la hierba y yo quedé tumbada sobre su fuerte y cálido cuerpo. Nuestro beso aumentó y se hizo apasionado, pero ya no quería sentir solo sus labios, entonces entreabrí mi boca para saborearlo mejor aún. Cuando su lengua rozó mis labios me estremecí y un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo. Mi respiración se agitó y la suya también, podía notar su corazón palpitando bajo mi pecho. Nuestras lenguas se enredaron en un beso enloquecedor, nunca me habría imaginado besando de esa forma. Él recorrió toda mi espalda con su manos. Separé mis labios de los suyos para dejarlo respirar, y mientras él recobraba el aliento, yo desabotoné su camisa negra. Adam me sonrió y me apretó otra vez contra su cuerpo. Esta vez me permití apoyar una mano sobre su pecho para sentir todos y cada uno de sus latidos. Sus labios se posaron sobre los míos y yo pasé mi gélida lengua por sus labios para saborearlos mejor. Nuestras lenguas se unieron otra vez en un beso que deseaba que fuese infinito, que no acabara nunca. Escuché como Adam gemía de placer mientras mi lengua jugaba con la suya. Tuve que volver a separarme para dejarlo respirar. Rocé mis labios con los suyos en un breve y delicado beso. Dejé caer mi cabeza sobre su pecho desnudo, oyendo sus latidos y su respiración agitada que casi parecían jadeos.
Rodeó mi cintura con su brazos y cerré los ojos para pensar mejor en la cantidad de sensaciones que recorrieron mi cuerpo mientras lo besaba.
-Entonces... esto es lo que no se podía contar, sino demostrar. -Fue mas una afirmación que una pregunta y yo asentí- Pues te has explicado muy bien sin la ayuda de las palabras -los dos reímos.
-Si, y tú me has entendido muy bien -nos reímos otra vez.
-Te quiero -susurró besándome la cabeza.
-Y yo a ti -dije alzando mi cabeza y besando la comisura de sus labios, él se estremeció y sonreí, al parecer el contacto con mi cuerpo le producía las mismas sensaciones que a mi el contacto de su cuerpo con el mío.
-¿Por qué no me lo dijiste? -pregunté.
-Pensaba que alguien como tú no podía querer al alguien como yo -dijo con pena. Levanté mi rostro y vi que se había ruborizado, ahora estaba aún más cálido que antes.
-Pues pensabas mal, en cuanto comencé a conocerte mejor me enamoré de ti -una sonrisa iluminó su rostro por lo que yo acababa de decir y sus ojos centellearon como los de un niño cuando ven su juguete preferido.
-A mi me pasó lo mismo. Al principio ya sentía algo de atracción por tí, pero no le di mucha importancia, entonces me di cuenta de que éramos prácticamente iguales, tenemos los mismos gustos, las mismas aficiones... y entonces me percaté de que sentía algo más por ti que una simple atracción física. Si te digo la verdad, solo me he enamorado de ti, nunca he tenido novia -me quitó un peso de encima al decir las últimas cuatro palabras, pues entonces era tan nuevo en esto como yo.
-Yo tampoco he tenido nunca novio, bueno, tuve uno con cuatro años, pero no creo que a eso se le pueda llamar novio, éramos muy amigos y jugábamos a "las casitas" -soltó unas carcajadas y yo no pude evitar reirme también.
Una brisa nos envolvió, era como si estuviérmos en nuestra propia burbuja, una burbuja perfecta. Pero todo se estropeó cuando las campanadas sonaron, eran ya las cuatro de la madrugada, teníamos que volver.
-Ya es hora de volver... -anuncié sin ánimos, quería quedarme en la pradera, nuestra pradera.
-Sí... -dijo él también sin ánimos.
Me despequé de su cuerpo cálido y sentí que el frío vampírico volvía a apoderarse de mi cuerpo. Adam se levantó y abrochó su camisa. Estaba muy cansada, parecía que me iba a caer muerta de sueño mientras caminábamos. Adam se dio cuenta y me hizo una señal para que me subiera a su espalda, y así lo hice. Me aferré a su cuello con mis brazos, teniendo cuidado de no dañarle, y con mis piernas me sujeté a su espalda. Cuando llegamos a casa subió por las escaleras sin hacer el más mínimo esfuerzo, a pesar de que yo seguía enganchada a su espalda. Abrió mi habitación y me dejó con delicadeza sobre la cama.
-Adam -lo llamé cuando se disponía a salir por la puerta.
-¿Qué? -preguntó mientras se giraba para mirarme.
-Quédate esta noche conmigo -supliqué mirándolo con carita de pena.
-No sé, no sé, ¿y si me muerdes? no quiero correr ese riesgo -dijo riéndose. Ja-ja-ja, que gracioso (nótese mi ironía).
Le tiré un cojín a la cara y él corrió hacia la cama para sentarse a mi lado.
-Ten cuidado, no me vaya a descontrolar y te vaya a morder -dije irónicamente mientras volteaba mi rostro para que no me viera reir. Con sus fuertes manos agarró mis hombros y me empujó hasta que mi espalda chocó contra el cabecero. Hizo un rápido movimiento y cuando me di cuenta ya tenía su boca cerca de mi cuello.
-Tu no me morderás, pero yo a ti sí -dijo imitando la voz de los malos de las películas y posó sus labios en mi cuello. Entreabrió la boca y sus dientes rozaron mi yugular. Después fue subiendo hacia mi boca y besó mi mejilla. Sus labios se acercaron a los míos y yo no pude evitar lanzarme para besarlo, pero él apartó su rostro y besó otra vez mi cuello.
-Buenas noches -susurró mientras se tumbaba y yo le imitaba, dejando caer mi cabeza sobre su pecho.
-Buenas noches -susurré besando su cuello y él soltó una risita.
Esa fue la primera noche que dormí con Adam. No tuve sueños, pero pensé en el buen rato que pasamos en la pradera.
-.-.-.-.-.--.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Espero que les haya gustado el capítulo!!
A mi me gustó mucho, y no es porque lo haya escrito yo jejejeje ;)
Comenten y díganme que les pareció el capítulo.

martes, 27 de julio de 2010

Cap 17



















Pablo era simplemente hermoso, perfecto, magnífico... Me recordaba mucho a la primera impresión que tuve cuando vi a Adam. Se acercó a mí sonriendo y me dio un beso en cada mejilla, lo que hizo que éstas ardieran. Esta vez dejé que me besara, alguna vez tendría que ser la primera ¿no? Adam nos estaba mirando con los brazos cruzados sobre su vientre y tenía una mirada un poco incómoda.
-Y-yo soy Michelle, encantada de conoc... -no pude terminar mi frase, todo sucedió muy rápido. Vi los rostros de esos dos ángeles tensarse y mostrar una clara mueca de pánico y rabia. Un licántropo marrón saltó sobre mí haciendo que mi cuerpo cayera sobre la fría hierba y que mi cabeza se golpeara contra una roca. El golpe no fue grave ni muy doloroso, pero me sentí algo confundida. El lobo marrón volvió a envestir contra mí, y esta vez me mordió en la mano. Sentí como mi piel se iba rasgando y algo me quemaba. Adam y Pablo se transformaron y atacaron al otro lobo. Me dolía mucho la mano y la miré ¡estaba saliendo sangre por la herida! Observé con atención la línea de color escarlata que bajaba por mi mano hasta perderse en mi muñeca. La herida se iba cerrando y ya casi había cicatrizado, pero la sangre seguía ahí. Adam trotó hacia mí mientras Pablo luchaba por liberarse de los colmillos del lobo. Acaricié el lomo del lobo dorado que estaba junto a mi, tenso, preparado para pelear si era necesario. Escuché un gruñido y después un gemido. Pablo... Por su cabeza salían gotas de sangre, que después se transformaron en una hemorragia que salía sin control. Me puse en pie, ya no me dolía el cuerpo ni la mano. Adam intentó pararme pero le hice un gesto con la mano para que se quedara donde estaba. El lobo marrón seguía mordiendo a Pablo y yo no lo iba a permitir, de algún modo ya me sentía unida a él, aunque lo acabara de conocer. Salté sobre el licántropo y este emitió un desgarrador gruñido. Me aferré a su cuello y le mordí, seguidamente di un salto para situarme entre él y Pablo. Gruñí y sentí un dolor en mi garganta, que a la vez me hizo sentirme poderosa. Volví a envestir contra el lobo y con mis manos agarré una de sus patas delanteras y la crují hasta romper el hueso. El lobo feroz ahora parecía un cachorrito, estaba gimiendo y de su cuello salía una línea de color escarlata. Adam me miraba atónito desde su posición, aún tenso y dispuesto a atacar. Giré mi cabeza para mirar a Pablo, estaba muy mal, estaba saliendo demasiada sangre por su cabeza. Avancé con paso firme hacia él y me agaché para acariciar su cabeza lobuna. Sentí un fuerte golpe en mi espalda y volé por encima de Pablo para después chocar contra un eucalipto.
-¡Aaaaaaaaaaaah! -grité de dolor, me había roto una o varias costillas y tal vez una vértebra. Maldito chucho. Adam lo golpeó y le mordió en la yugular. Me quedé tirada en el suelo muy cerca de Pablo. Me arrastré hasta quedarme tumbada junto al lobo gris que yacía en la hierba, inmóvil. Su sangre olía tan bien como la de Adam, pero ya me estaba acostumbrando. Puse mi mano sobre la herida que tenía en la frente, que era por la que más sangre salía. Tal vez si la tapaba con mi mano se cortaba la hemorragia. Otro dolor punzante recorrió mi cuerpo, pero éste fue algo extraño, miré hacia Adam y vi que éste también estaba malherido, pero seguía luchando contra el chucho marrón.
Mi deber era acabar con esto, y así lo hice. Me puse en pie y rodeé mis costillas con mi brazo, ya estaban sanando. Caminé lo más rápido que pude hacia los licántropos que seguían enzarzados en una lucha a la que había que ponerle fin. Me impulsé con mis piernas y salté sobre el lobo, a pesar de que me dolían muchísimo las costillas y la espalda. Se zarandeó para intentar librarse de mí, pero yo apreté mis brazos entorno a sus costillas y las oí crujir una a una, los huesos acabaron cediendo y varios se rompieron. Me bajé del licántropo y éste salió huyendo, cojo y apenas podía correr por los huesos que le había roto.
Miré hacia atrás y la escena parecía recién salida de una película de terror. El licántropo gris seguía desmayado y sangrando, el lobo dorado tenía varios rasguños en las patas, pero ya estaban cicatrizando. Hasta ahora no me había dado cuenta de que el árbol contra el que choqué se había derrumbado a pesar de ser enorme. Fui hacia Adam y le sonreí para calmarlo. Me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Dejamos a Pablo inconsciente en el claro. Caminamos por un campo de olivos y después llegamos a una casita súper pequeña, que más bien parecía un almacén como los que se usaban antiguamente para guardar los artilugios del campo. Abrimos la puerta y allí había ropa, zapatos, e incluso un botiquín. Adam cogió unos pantalones y un par de zapatos y salió del almacén para cambiarse. Yo cogí otros pantalones y otro par de zapatos, además de unas vendas para hacerle un torniquete a Pablo.
De pronto comencé a sentirme mal, me dolía mucho el vientre. Adam llegó e intenté disimular mi dolor apretando mi brazo contra mi barriga, pero cuando lo separé de ésta vi que estaba totalmente lleno de sangre. Noté como mi cara se descomponía y no pude evitar gritar de dolor cuando otra punzada atravesó mi estómago.
-¡Oh no! Mierda -exclamó Adam mientras me ayudaba a mantenerme en pie y no desplomarme en el suelo. Levantó un poco el chaleco y miró mi barriga, que estaba totalmente cubierta por una capa de sangre. Debió ocurrirme cuando me golpeé en el árbol.
-Ya se me curará, tenemos que ayudar a Pablo -asintió con la cabeza y me cogió en brazos. Apoyé mi cabeza en su pecho desnudo y cálido, oyendo el latido de su corazón y disfrutando de su olor. Evité gritar varias veces cuando la herida me dolía, pero no podía evitar encogerme o estremecerme y Adam no hacía más que maldecir. En su rostro podía notar la rabia, pero seguía siendo perfecto, simétrico, hermoso.
Llegamos al claro y allí seguía Pablo, pero ya tenía su forma humana. Bajé de los brazos de Adam y le di los pantalones y los zapatos que cogí de la casita. Me quedé alejada de ellos mientras Adam le ayudaba a ponerse los pantalones. Cuando estaba vestido me acerqué a ellos y tuve que callarme el grito que estaba a punto de soltar cuando vi el aspecto de Pablo. Aunque gritar era algo voluntario, llorar no, y no pude evitar que lágrimas de sangre corrieran por mi rostro, quemándolo.Busqué la venda a mi alrededor, pero no la encontraba. Mierda, se me había caído por el camino.


-No importa, me curaré pronto -la voz  provenía de Pablo y sonaba tranquila y muy sincera. Pero ¿cómo sabía lo que había pensado?
-Puedo leer las mentes -me explicó. Esto sin duda, iba a ser un problema, pues él no tenía por qué enterarse de que a mí me gustaba Adam, y tampoco debía saber lo guapo que era a mis ojos. Evité pensar en eso y me concentré en hacer que mis lágrimas cesaran.
-¿Estás mejor? -me preguntó Adam, pero no respondí enseguida pues estaba observando con detenimiento las heridas de Pablo, tenía que dolerle un montón.
-Sí, creo que ya casi está -mentí, aún me dolía mucho y seguía sintiéndome como si cuchillos de hielo atravesaran mi estómago de un lugar a otro. Pablo frunció el ceño, él sabía que me seguía doliendo pues podía leer mi mente. Se sentó aún más cerca de mí y levantó un poco el chaleco para ver la herida. Ya apenas salía sangre. Pablo colocó su mano cálida sobre la raja que había en mi barriga, sin importarle mancharse de sangre. No pude evitar sentirme algo incómoda, pero la calidez de su mano alivió mi dolor.
-Como los licántropos y los vampiros somos enemigos desde siempre, tu parte vampira aprovechará cualquier signo de debilidad para acabar con tu parte licántropa, y cuando un licántropo te hace una herida, tus defensas de loba necesitan ayuda de otro lobo. Por eso el que mi mano sirva para cortar la hemorragia, hace que tus defensas vampíricas disminuyan y dejen de atacarte -este discurso parecía el que daban enfermeros que iban a los institutos para dar consejos de primeros auxilios. Pablo era realmente bueno en ésto.
-Por eso antes sentí frío... -pensé en voz alta. Siempre se me escapaba algo, tenía que dejar de pensar tanto.
-Sí, los vampiros pueden hacer cualquier cosa por acabar con nosotros -dijo Pablo mientras mostraba una mueca de desagrado e ira.
-!Te recuerdo que el que me ha hecho esto es tu amiguito, el lobo! -exclamé recalcando la palabra "amiguito".
-Le dije que no lo hiciera, pero ya no me hace caso. Sabe que no eres una vampira, o al menos, no del todo, pero a pesar de saberlo quiere matarte.

viernes, 23 de julio de 2010

Cap 16















Adam me dio unos pantalones negro que llegaban por arriba de la rodilla y una camiseta de tirantas roja. Pasé vergüenza cuando me pasó unos boxer suyos. Yo también cogí ropa interior para llevarme y para no cargar con tanta ropa, elegí un vestido corto y azul que solía utilizar cuando iba a la piscina o a la playa. Mientras caminábamos hacia la pradera, él llevaba su ropa y yo la mía. Estuvimos hablando durante todo el camino.
-¿De qué color es mi madre cuando se transforma en lobo? -me vendría bien saberlo para no dañarla en caso de que los otros lobos estuviesen allí con ganas de pelear.
-Negra, con los ojos verdes -dijo sin mirarme, su mirada estaba perdida en el final del camino.
Varios minutos de silencio (¡ni que se hubiera muerto alguien!).
-¿Por qué se fue Nico ayer? -saqué el tema porque tanto silencio me iba a volver histérica.
Mostró una sonrisa culpable y oí su risa nerviosa.
-Se podría decir que te quité un peso de encima. -Paró de reírse al ver mi cara de confusión, no tenía ni idea de qué estaba diciendo este chico- Le provoqué un leve dolor de cabeza.
-¡Cómo! -Grité- ¡Tu estás loco! ¿Por qué le hiciste eso? -tiré la bolsa donde llevaba mi ropa y me acerqué amenazante a Adam. Chocó contra un árbol, lo tenía acorralado.
-¡Me ponía histérico! -se excusó enfadado, le había molestado, pero a mi también me había jodido que le hiciera eso a uno de los pocos (tres) amigos que tenía.
-¡Y tú me pones histérica a mi! -estaba sobrepasando mis límites, no controlaba mi cuerpo y empecé a sentirme mal. Me dolía la cabeza y el pecho, entonces lo escuché. ¡Mi corazón había vuelto a latir después de ochenta años! Y me dolía mucho. Mi cuerpo cayó al suelo y comencé a retorcerme de dolor. Adam me miraba tranquilo, incluso parecía que estaba sonriendo. Este chico estaba mal, en lugar de ayudarme se quedó apoyado en el árbol contemplando como yo me estremecía en el suelo. Las combulsiones aumentaron notablemente y de repente todo cesó. Me puse en pie y miré mi cuerpo. Ahora estaba a cuatro patas, cubierta de pelos blancos y grises. ¡Era una loba! Una loba de dos metros de altura.

 Pero ya estaba los suficientemente distraida con el latido de mi corazón. Mi ritmo cardiaco era más lento que el de cualquier humano, pero eso no me molestaba, estaba muy feliz pues así me sentía más humana. La sangre que fluía por mi cuerpo era escasa. Adam me miraba atónito, con la boca entreabierta. Ya ni siquiera recordaba nuestra discusión.
-Ya es oficial que eres una licántropa, ¿contenta? -su voz sonaba molesta. Me había pasado con él. Cogió mi bolsa con la ropa y me la lanzó, yo la cogí con la boca, que ahora era enorme y tenía unos dientes tan grandes que daban miedo. Él comenzó a caminar otra vez sin dirigirme la palabra. No podía soportar que no me hablase, quería transformarme en humana y pedirle perdón, pero no sabía cómo transformarme. Pensé una y otra vez, y po fin  se me ocurrió una forma de volver a mi cuerpo. Si estresarme me hizo entrar en fase, puede que si me relajara, volviera a mi forma humana, o mejor dicho, a mi forma vampira. Me quedé quieta y Adam se giró y bufó.
-Ve a cambiarte, yo estaré en la pradera -me hablaba como si yo fuera una niña pequeña a la que se le ha olvidado ir al baño antes de salir. Odiaba que me hablaran así.
Me adentré en un campo de olivos y llegué hasta una zona donde había una cañaveral. Me adentré en él y aunque por fuera pareciera imposible entrar, por dentro era amplio y podías moverte tranquilamente. Era un buen escondite. Inspiré y expiré una y otra vez, hasta que estaba totalmente relajada y mi cuerpo volvió a ser el de siempre. Cogí mi ropa y me vestí, pero se me había olvidado meter unos zapatos, tendría que ir descalza. El vestido era muy corto y si hubiera sido humana, tendría las piernas llenas de heridas producidas por el roce con las cañas, por suerte mi piel era dura y resistente.
Salí del cañaveral y recorrí el campo de olivos hasta llegar al camino donde dejé a Adam. Tenía los pies muy sucios de andar sin zapatos por los campos. Corrí hasta la pradera y allí estaba él, sentado y muy quieto, casi parecía una estatua de un ángel. No se había dado cuenta de que yo ya había llegado, o tal vez no quería mirar a su espalda para verme. Caminé lentamente hacia él y en ningún momento se giró para mirarme, pero ya me había escuchado. Cuando estaba a pocos centímetros de su espalda, me arrodillé y pasé mis brazos por su cuello, abrazándolo. Su piel ya no me quemaba, ya que ahora mi cuerpo tenía una temperatura más elevada. Pegué mi cuerpo a su espalda y apoyé mi barbilla sobre su hombro, sintiendo el latido de su corazón y oyendo la sangre que fluía por su cuello.
-Lo siento, sé que Nico puede ser insoportable a veces -susurré con una voz que no reconocía y mi gélido aliento hizo que su pulso se acelerase. Ya casi no me afectaba su dulce olor. ¿Pero qué estaba haciendo? ¿Por qué me comportaba así? ¿Estaba intentando seducirle? Yo no era así, este no era mi comportamiento habitual. La escena que estaba viviendo me recuerda a la típica putilla de instituto intentando ligarse al guapo jugador de fútbol. Separé mis brazos y mi cuerpo de su espalda y me alejé bruscamente. Me senté alejada medio metro de él.
-No importa, no debí utilizar mi poder para dañarlo -se me quedó mirando aterrorizado. ¿Por qué me miraba así? Oí un ruido detrás de mí, a unos treinta metros de distancia. Un gruñido amenazante acabó con el silencio que se había formado en la pradera. Adam me miraba con miedo, yo no sabía que hacer, y el animal, si se le puede llamar así, se iba acercando cada vez más.
-¡Transfórmate! -me ordenó Adam gritando con una voz que daba miedo. Me concentré y conseguí entrar en fase. Oía como mi vestido se iba rajando y quedaba hecho añicos en el suelo. Mi cuerpo crecía y el pelo gris cubrió cada milímetro de mi piel. Me giré para plantarle cara al licántropo que había a mi espalda. Era el lobo gris, y a medida que se iba acercando, podía ver sus ojos como topacios, tal y como yo había soñado.
-Ella es de los nuestros -dijo Adam, que se había tranquilizado y su tono de voz volvía a ser como el de un ángel.

-¿Cómo te llamas? -oí una voz en mi cabeza. ¿Me estaba volviendo más loca de lo que ya estaba?
Miré a mi amigo, confusa, mas bien atónita, ¿qué acababa de oír?.
-Si oyes una voz en tu cabeza no te asustes, es él quién te está hablando, es la forma de comunicarnos -este chico era adivino. Era un gran alivio saber que no eran alucinaciones mías.

-Michelle -pensé, y el lobo pareció oírme.
-Yo me llamo Pablo. Siento mucho lo sucedido el otro día, pensábamos que eras una vampira -sonaba sincero, así que decidí perdonarle por intentar matarme.
-No importa, y en cierto modo lo soy. Me han dicho que a los que son como yo, se nos llama "mestizos".
-No corres peligro, nosotros solo matamos vampiros -usó un tono de voz típico de los malos de las películas, pero al igual que la de Adam, parecía provenir de un ángel. Me miraba con esos ojos penetrantes que parecían estar ardiendo.
-Me gustaría presentarme como humano, voy a vestirme -desapareció entre lo eucaliptos y Adam y yo volvimos a quedarnos solos  en la pradera.
-Si quieres te dejo mi ropa -dijo él ofreciéndome la bolsa donde estaba la ropa. Sonreí, era mi única manera de poder darle las gracias mientras era una loba. Cogí la bolsa y me fui corriendo en la dirección contraria a la que se había ido Pablo.
Volví a adentrarme en el cañaveral y me relajé hasta que adopté mi forma "humana". A mi amigo también se le había olvidado meter un par de zapatos. Me puse los pantalones, que por suerte eran elásticos y no se me caían aunque me quedaban un poco anchos. La camiseta de tirantas también me quedaba ancha, lo cual me vino muy bien porque el sujetador se había hecho añicos en mi primera transformación. Fui corriendo hacia la pradera y cuando llegué, un chico estaba hablando amigablemente con Adam. Era también muy hermoso, con el pelo corto y dorado que brillaba bajo los rayos del sol. (Otro ángel ha caído del cielo) pensé. Me fui acercando tranquila, sin prisas. Los dos ángeles se me quedaron mirando de arriba a abajo. Mi aspecto debía ser ridículo. El rostro del chico era como el de un niño, y tenía una sonrisa preciosa. Sus ojos eran azules, casi grises. Avanzó un paso y me estrechó la mano, que obviamente, era cálida.
-Hola, soy Pablo -¡Oh Dios mío! Su voz también era como la de un ángel, como la de un Dios.

martes, 20 de julio de 2010

Cap 15















Entonces, si yo era semivampira-semilicántropa, ¿por qué no me había transformado nunca en loba? Y ¿tenía yo algún poder especial?
-Yo puedo producir dolor de cabeza a quién yo quiera -me explicó Adam. ¿Dolor de cabeza? No me parecía un don muy útil.
-Muéstramelo -la pedí. Quería saber todo lo referente a mi otro mundo.
-No -se negó. Sus ojos me miraron serios y fríos, y habían cambiado de color... Ahora eran verdes, como los de Laura, como los del lobo que me salvó.
-Tus ojos... -estaba algo confusa. Sus ojos habían cambiado de color.
-También puedo hacer que mis ojos cambien de color, para que sean menos llamativos -me explicó con una sonrisa.
-Entonces... tu ojos son verdes -fue mas bien una afirmación. Era él. El lobo blanco era Adam. Había arriesgado su vida para salvar la mía. Sin decir palabra alguna, le abracé. Casi podía imaginarme la cara confusa que tenía él en ese momento. Olía extremadamente bien y era tan cálido. Apreté aún más mis brazos alrededor de su cuello, quería tenerlo muy cerca de mí, lo necesitaba.
-Me ahogas -susurró con su voz angelical.
-Lo siento -me disculpé mientras me alejaba de él. Mostró una cálida y hermosa sonrisa que me dejó un poco atontada. No debía permitir que ejerciera ese poder sobre mí con tan solo mirarme. Era ridículo.
-¿A qué ha venido esa muestra de cariño? -preguntó Laura. Ya me había olvidado de que no estábamos solos.
-Adam, tú me salvaste -aunque no era una pregunta, él asintió.
-Los licántropos no sabían que eras mestiza, aunque es obvio que lo eres.-Laura frunció el ceño y me lo explicó- Tus ojos no son rojos como los de los vampiros. Los licántropos conservamos nuestro color de ojos, pero se vuelven más llamativos y brillantes.
Ahora que lo decía, tenía razón, recuerdo perfectamente los ojos rojos y hambrientos de los vampiros que me transformaron, y los míos no eran así. Los ojos de él habían vuelto a ser marrones, no me gustaban.
Como una tonta, me quedé observando con detenimiento los ojos de Adam, quería, no, necesitaba volver a ver esos ojos verdes que me hipnotizaron en aquella pradera. Me imaginaba la cara de idiota que se me había quedado y él comenzó a reír.
-Parece que estás buscando oro en mis ojos -se burló mientras seguía con sus carcajadas.
-¡Quiero verlos! -le ordené, casi gritando, sin ser consciente de lo que decía. Cuando me di cuenta de lo que había dicho me avergoncé. En ese momento escuché la puerta cerrarse. Laura, mi madre, se había ido sin hacer ni el más mínimo ruido. Era muy sigilosa y parecía que me había leído el pensamiento. Necesitaba un rato a solas con Adam.
Justo en ese momento, me di cuenta de que él seguía sin camiseta. Su cuerpo volvía a ser perfecto, como esculpido por un Dios, sin heridas, cicatrices ni sangre... Solo de pensar en el olor de su sangre, se me caía la baba.
Me miró confuso, más bien asustado por mi repentina reacción. Yo no era así, no me gustaba dar órdenes, pero anhelaba sus ojos verdes.
-Siento haberte gritado, pero tus ojos... se podría decir que me siento hipnotizada por ellos -no sabía como explicarme. Nunca le había dado explicaciones a nadie, pues mi relación con los humanos fue sumamente esctricta y fría.
-Tranquila, es normal lo que te ha pasado. Tenemos unos ojos tan llamativos para atraer a nuestras presas -ya había visto esto en algunos documentales, muchos depredadores del reino animal, tienen colores muy llamativos para atraer a sus presas o para rituales de apareamiento. Sus ojos volvieron a ser verdes, como a mí me gustaba, ahora me sentía mucho mejor.
-Los vampiros sois tan extremadamente guapos y tenéis esos cuerpos perfectos por lo mismo, para atraer a vuestra comida. Seguro que no has visto un vampiro feo o gordo en toda tu vida, ¿verdad? -tenía razón, los dos vampiros que había conocido eran increíblemente hermosos, cada parte de sus cuerpos me incitaban a acercarme a ellos, y maldito momento en el que no pude resistirme a sus encantos a pesar de solo ser una cría de diez años.
-Supongo que tienes razón, -suspiré- por cierto, ¿cuantos años tienes?
-Tengo exactamente diez años menos que tú. -Entonces tenía ochenta años. Se hizo un breve pero molesto silencio- Tu madre me convirtió el mismo día que te transformaron a ti.
-¿Qué? ¿Cómo? -nunca había oído nada sobre transformar a humanos en licántropos.
-Es parecido al modo en que lo hacen los vampiros, solo que podemos transformar haciendo cualquier herida de la que salga sangre, por muy pequeña que sea. No solo transformamos a los humanos mordiéndolos, un simple rasguño con la garra y será un lobo.
-Guau. -Dije atontada- Hoy no voy a poder dormir...
-Demasiados cambios en un solo día ¿verdad? -alzó su mano y la puso sobre mi mejilla, haciendo que esta se calentara. Que sensanción tan agradable... Y olía tan bien. Cerré los ojos y aspiré su aroma, era delicioso (mejor que la pizza más buena del mundo) Ji ji ji, reí en mi interior, lo estaba comparando con la comida.
-Sí -dije al fin- ¡Joder! ¿Por qué tienes que oler tan bien? -se me escapó. No debía haber dicho eso.
-Es otro modo de atraer a nuestras presas -sonrió y apartó la mano de mi rostro. Deseaba decirle que no lo hiciera, pero no quería que pensara que estaba obsesionada con él, cosa que era cierto.
-Pues funciona... -no pudo evitar reirse de mi comentario. Tenía una risa tan melódica y bella. ¿Pero qué me estaba pasando? Yo no era así. Este chico me estaba volviendo loca.
-Supongo que ya no iremos al instituto -dijo Adam interrumpiendo el silencio que se había formado.
-No, prefiero que hagamos otra cosa -me levanté rápidamente de la cama y salí de la habitación. Bajé las escaleras y directamente entré en la cocina. En menos de un segundo, Adam estaba junto a mi, mirándome confundido con sus radiantes ojos verdes y su hermosa cara de ángel. Yo estaba con la espalda pegada a la nevera, y él puso sus dos manos a cada lado de mi cabeza, haciedo que nuestros rostros quedaran frente a frente. Estábamos tan cerca, que oía a la perfección el latido de su corazón y la sangre fluyendo por sus venas.
-¿Qué vamos ha hacer? -preguntó con una sonrisa pícara. ¡Oh, dios! Como me gustaba esa cara de niño malo que ponía.
-Primero vamos a desayunar. -Ordené mientras me agachaba para escaparme del poder de sus ojos. Suspiré y abrí la nevera, cogí la leche que estaba bien fría y me tomé los dos litros que quedaban. Estaba verdaderamente sedienta- Lo siento Adam, no te he dejado leche.
-No me importa, no tengo ganas de desayunar, aún... -tras ese "aún" se escondía algo. ¿Acaso los licántropos no comían comida humana? ¡Pero que tonta soy! No me acordaba de que esa misma noche, habíamos comido pizza los dos juntos. Entonces, ¿por qué enfatizó ese "aún"? Bueno, creo que le estaba dando más importancia de la que realmente tenía.
-Pues entonces podemos irnos. Quiero que me digas como puedo transformarme y también me gustaría ver cómo te transformas -cuando le dije que quería ver como se transformaba, abrió los ojos y después frunció el ceño.
-Tendré que llevarme ropa, cuando me transformo, toda la ropa se rompe. Y no pienso quitarme la ropa y quedarme desnudo estando tú presente. Así que si quieres que me transforme, tendrás que llevar mi ropa.
-Vale, yo llevaré un conjunto para que te puedas vestir, y por si acaso, me llevaré uno para mi -dije convencida de que hoy sería mi día. Hoy me transformaría en loba y Adam me ayudaría.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Espero que os haya gustado.
Me cuesta un poco imaginarme qué ocurrirá en la pradera, pero ya se me ocurrirá algo.

jueves, 15 de julio de 2010

Cap 14


















Adam estaba muy mal, necesitaba ayuda que yo no podía ofrecerle. Mi deber era llamar a un médico para que le ayudara. Tosió varias veces y otra vez comenzó a salir sangre de su boca.
-Adam, tengo que llamar a un médico -puse mi mano sobre su frente y estaba ardiendo, tal vez tenía fiebre. Mientras se retorcía de dolor, me decía que no llamara al médico, que se pondría bien. Tomó mi mano y la apartó de su frente dejándola caer sobre la cama.
-Michelle, dentro poco estaré curado, no llames a nadie -pero su cara no decía lo mismo, se veía lo mal que lo estaba pasando pues hacía muecas de dolor. A pesar de mostrar tantas muecas de dolor, su cara seguía siendo tan perfecta como siempre.
-¡NO! -le grité y él se sorprendió- Tienes fiebre y estás perdiendo mucha sangre... -al decir la última palabra se me quebró la voz. No entendía por qué me costaba tanto decir la palabra "sangre".
-Tranquilízate, ya casi se me han curado las heridas y no tengo fiebre -había dejado de moverse y ya no hacía ese gesto de dolor que tan mal me hacía sentir.
-Pero... pero... ¡no! Eso no puede ser. Las heridas son muy profundas y... -antes de que yo pudiera terminar se quitó el torniquete que yo le había hecho con su propio chaleco. Para mi sorpresa, el corte casi había sanado, ya no salía sangre y estaba cicatrizando.
Noté como mis pupilas se dilataban. ¿Cómo podía curarse tan rápido? "Esto no está ocurriendo" pensé una y otra vez.
-Creo que es hora de que sepas la verdad -cuando me dijo esto yo me sorprendí. ¿Qué me ocultaba? Se sentó en la cama y yo hice lo mismo. Parecía que ya se le había pasado el dolor. Sostuvo mis gélidas manos entre las suyas, que eran cálidas. Me gustaba sentir su piel pues era más cálida que la de ningún humano.
Sentí como un suave cosquilleo que subía por mis brazos y se extendía por todo mi cuerpo. Entonces lo comprendí todo. Comprendí por qué no pude alejarme de él a pesar de que la garganta me ardía al oler su sangre, comprendí por qué me había sentido tan mal mientras lo veía retorcerse de dolor... Adam me gustaba. No, no me gustaba, era mucho más que eso, lo amaba y necesitaba estar a su lado. Mientras yo estaba sumergida en mis pensamientos, Adam me miraba confuso y serio. Su rostro perfecto iluminaba mi mente. Y su olor... su olor era sin duda incomparable, único.Me dolía mucho la garganta, pero no podía alejarme de él, lo necesitaba y eso era algo que, en parte, me irritaba. Solo llevaba dos días viviendo con él y ya sentía que no podía vivir sin él. Sacudí la cabeza para aclararme y preguntarle qué era lo que tenía que decirme. Cuando estaba dispuesta a preguntarle, oí algo. Alguien estaba subiendo por las escaleras a gran velocidad y en menos de un segundo ya estaba frente la puerta de la habitación de Adam, la abrió lentamente y chirrió. Era una chica... Vi su cara y... No, ¡no podía ser! Era ella, la chica de mi sueño estaba en el cuarto de Adam. Ya no estaba segura de si todo lo que había sucedido era verdad o solo había sido un simple sueño.
-¡Oh, Adam! ¡Estás bien! -Gritó la chica. Se acercó rápidamente a Adam y yo me interpuse entre los dos. Esa chica era muy extraña y no iba a dejar que le hiciera daño a él. Emití un gruñido que irritó mi garganta y me hizo sentir poderosa, me agaché dispuesta a saltar sobre ella.
-¡No, Michelle! Ella es... es una amiga -dijo Adam mientras agarraba mi cintura con sus manos y me sentaba en la cama. El roce con su piel me hizo sentirme muy bien.
-Pensé que te habían... -dijo la chica entre sollozos.
-Luché contra ellos pero conseguí escapar. Me hirieron pero ya me he curado -y lo que más me sorprendía es que lo decía todo con la mayor naturalidad del mundo.
-Menos mal -suspiró ella y luego me miró con esos penetrantes ojos verdes.
-Perdonad, pero...¿de qué va todo esto? -ya estaba algo mosqueada, no comprendía nada.
Ella abrió la boca, pero Adam hizo un gesto con la mano para que le dejara hablar.
-Está bien, te lo voy a explicar todo. Sabemos que eres una vampira y nosotros somos... licántropos -¿qué? ¿Cómo sabían lo que yo era? Y ¿qué demonios era un licántropo? Al ver mi cara de confusión, la chica cogió mi mano y la puso sobre su suave rostro. Era tan cálido como el de Adam y también olía muy bien.
Yo seguía igual de confusa y Adam lo notó y soltó una risita.
-También se nos conoce por el nombre de "hombres lobo" -explicó Adam y la chica se carraspeó la garganta- bueno... y "mujeres loba" -ella, ya feliz, sonrió.
-¿Qué? -grité, estaba muy confundida. Vampiros, hombres lobo... ¿Algo más? Tal  vez un hada, alguna sirena... ¿por qué no? Este mundo comenzaba ha parecerme extraño.
-Los lobos que viste en la pradera eran licántropos -me aclaró ella. Su voz me era familiar. Era la que escuché esa noche diciéndome "te quiero". Tal vez era producto de mi imaginación.
-¡Guau! -es lo único que se me ocurrió decir.
-Sï, pero lo más fuerte es que ella es tu madre -me dijo Adam señalando a la joven que estaba en pie frente a nosotros, que seguíamos sentados en la cama.
-No, no puede ser. Eso es mentira -todo esto me estaba alterando. Yo había conocido a mis padres y ninguno de ellos se parecía a ella. Además, casi parecía tener mi misma edad, tal vez tenía dos años más.
-Michelle, tranquilízate. Te lo explicaré todo. Lo primero es decirte que me llamo Laura -bien, eso era lo que necesitaba, una explicación a todo esto, porque si no, me iba a volver loca.
-Soy una licántropa algo especial, pues no solo me transformo en lobo, sino en cualquier animal que desee y también puedo hacer dormir a la gente. Tu padre fue asesinado por unos... vampiros. Yo huí contigo cuando apenas tenías unos meses pero nos encontraron. Tuve que dejarte en un orfanato y una pareja joven te adoptó. Yo iba a verte casi todas las noches y te dejé el lobo de peluche en tu cama, no conseguías dormir sin él. Pero entonces te encontraron y te mordieron, no pude hacer nada y me maldigo por ello cada día.
-Espera, ¿me estás diciendo que soy una licántropa? -le pregunté algo atónita, era rara pero esto ya era el colmo.
-Sí, o eso creo -respondió Laura, mi madre... Se me hacía raro llamar así a una chica que acababa de conocer y que apenas aparentaba tener un par de años más que yo.
-Entonces... ¿si yo te muerdo también serás vampira? -pregunté.
-No, a ti te pudieron transformar porque nunca habías entrado en fase, es decir, que nunca te habías transformado en lobo, entonces se podría decir que seguías siendo "humana" -me explicó y en la última palabra hizo unas comillas con las manos.
-Ah, entiendo. -Lo había comprendido todo, pero seguía confundida- Y ¿qué soy yo?
-Una mestiza, es decir, medio vampira- medio licántropa -esta vez fue Adam el que habló. Había estado al margen de la conversación y la verdad es que me había olvidado de que él estaba allí.
-Mestiza... -dije en un susurro y los dos asintieron a la vez.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Olaaa!! espero que os haya gustado! Este capítulo es muy especial y ha dado un vuelco a la historia. Comentad pliss.

Cap 13















Mientras dormía noté algo. Alguien me había besado en la frente, tenía unos labios cálidos y suaves. El beso fue tierno y rápido. Intenté despertarme pero no podía, era como si mis párpados estuviesen hechos de plomo, no conseguí levantarlos. Tal vez todo había sido fruto de mi imaginación. Tuve un sueño corto que no pude comprender. Me encontraba en una pradera oscura en la que no había nada excepto un árbol sin hojas a la derecha. El cielo tenía un color muy hermoso, no parecía que fuera de noche pues el azul del cielo era claro como si estuviese iluminado por el sol. La luna era enorme y muy blanca, y desprendía tanta luz que me cegaba. Estaba frente a la escena más maravillosa y bella que había presenciado en toda mi existencia. Notaba la brisa como si mi piel volviera a ser fina y cálida. Pero entonces apareció una chica que aparentaba tener mi edad. Su piel pálida resaltaba su bello y largo cabello negro. Tenía un rostro muy fino y de apariencia frágil que parecía el de una muñeca de porcelana. De repente algo llamó mi atención. Sus ojos... ¡Eran como los del lobo blanco! Eran inconfundibles, esos ojos verdes y grandes eran los del lobo. Esa chica tenía algo extraño, su aura era diferente a la de los demás, sentía la necesidad de estar a su lado y abrazarla. Me sonrió y se acercó a mí. Mientras se acercaba sentí otra vez esos labios posándose sobre mi frente y escuché una voz femenina que parecía provenir de un ángel. Solo habló una vez y dijo: "Te quiero".
Quise despertar para ver a la chica que me había hablado, pero al igual que antes, parecía que mis párpados pesaban toneladas. Me limité a relajarme y volver a dormir. Ya no volví a soñar, no volví a sentir esos labios suaves rozando mi frente y no volví a escuchar la voz tan hermosa que me decía "te quiero".
Desperté a las cinco de la madrugada y me di una ducha rápida. Cuando estaba aseándome observé que mi champú de chocolate ya no estaba. Salí un momento de la ducha y cogí uno de Adam con olor a menta. Seguro que no se molestaría porque usase su champú una sola vez. Me lavé el pelo y lo sequé. Pasé por pasillo envuelta en una toalla roja para dirigirme hacia mi habitación. Abrí el armario y olfateé un poco para encontrar mi pantalón pitillo negro. Estaba al fondo junto a mi blusa favorita, que era roja y con botones a presión. Para no complicarme mucho la vida (aunque mi vida ya era complicada de por sí) cogí es misma blusa y me la puse con el pantalón. Me coloqué unas manoletinas rojas y lista. Perfumé mi ropa con una colonia con olor a (seguro que ya sabes a que va a oler la colonia) rosas (es que soy predecible, ji ji). Salí al pasillo y algo me hizo retroceder dos pasos. El aire olía muy bien, ese olor procedía de la habitación de Adam. Intenté reconocer el aroma y cuando supe qué era abrí la puerta rápidamente. Olía a sangre... Adam estaba en su cama, con la cabeza fuera del colchón. Estaba sangrando por la nariz y vomitaba sangre.
Fui rápidamente hacia él, sin importarme que le extrañara mi velocidad. Acaricié su cabeza mientras seguía vomitando aquél líquido que tan bien olía.
-¿Qué te ha pasado? -pregunté asustada. Me era muy difícil estar tan cerca de él, o mejor dicho, de su sangre. Aguanté la respiración y él me miró. Sus ojos reflejaban pánico y también parecía que me pedía disculpas por algo que yo no entendía.
Paró de echar sangre por la boca pero aún salía una gran cantidad por la nariz. Me dolía verle así, apenas lo conocía pero él lo estaba pasando mal y yo tenía que ayudarle.
-Adam, ¿qué te ha ocurrido? -en lugar de responder, gimió y se llevó los brazos a la barriga, se estremeció en la cama y gritó. Al parecer tenía más heridas. Levanté su chaleco ensangrentado y me llevé mis manos a la boca para evitar gritar cuando vi su torso. Unas heridas largas y profundas recorrían su pecho de un lado a otro. En la barriga tenía otra herida más grave por la que salía una cantidad descomunal de sangre.
No podía seguir allí, en cualquier momento podía perder el control y... ¡No, no, no! grité en mi interior. Debía ayudarle de algún modo y ahora era cuando más necesitaba guardar la calma para reforzar mi autocontrol. Pero era casi imposible, su olor me hipnotizaba. Cogí aire y sin respirar con mis manos rompí su chaleco para atarlo alrededor de su vientre y así cortar la hemorragia. Cuando toqué cerca de la herida volví a tener esa sensación de calor, él estaba hirviendo y esta vez estaba segura de que no era fruto de mi imaginación. Ya no podría llegar al instituto, pero me daba igual, ahora era prioritario salvar a mi compañero

jueves, 8 de julio de 2010

Cap 12
















La noche transcurrió tranquila, sin sueños ni pesadillas. Habría sido una noche perfecta, de no ser por los intensos e incesantes latidos del corazón de Adam que me mantenían en vela. Conseguí ignorarlos transcurridas unas horas, y cuando desperté, los rayos del sol transpasaban los cristales e iluminaban toda mi habitación. Fui al baño y me cepillé el pelo, que parecía un nido de lo revuelto que estaba. Bajé las escaleras y fui directamente a la cocina, me moría de hambre. Cogí varias rebanadas de pan y las tosté. Abrí la nevera y busqué la mantequilla que estaba al fondo, junto a las lechugas. Me eché un vaso de zumo de naranja y seguidamente, coloqué todo mi desayuno en la mesa, junto al televisor. Era domingo, uno de los días que más odiaba porque no tenía clases y éstas eran lo único que me mantenía ocupada.
Encendí la televisión y puse un programa llamado "Pelo-Pico-Pata". En él aparecían animales en graves situaciones de las que eran salvados por un veterinario, también se veían refugios de caballos y perros, mascotas de los famosos, etc. Mientras veía el programa, alguien llamó a la puerta. Ése olor... era Nico. Al abrir la puerta me encontré con su cálida sonrisa y sus ojos centelleantes. Tenía puesto un chaleco de tirantes blanco y unos pantalones vaqueros que le llegaban por las rodillas.
-¡Buenos días! ¿Puedo pasar? -me aparté a un lado para dejarle entrar. ¿Cómo había encontrado mi casa?
-Buenos días... -dije sin ánimos, estaba cansada y no me apetecía mucho fingir ser lo que no soy.
-¡Soy tu vecino! -me anunció muy contento, como si le hubiese tocado la lotería. Este chico tenía que aprender a controlar sus emociones.
-¡Shhh! No hables tan alto -le ordené, pues Adam seguía durmiendo y no quería despertarle. Nico frunció el ceño y después sonrió.
-¿Tienes resaca? -preguntó como si me estuviese pidiendo explicaciones.
-No, yo no bebo, -le aclaré- lo que pasa es que Adam está acostado aún y no quiero...
-¿Adam? ¿Qué Adam? -exclamó, casi gritando. Frunció el ceño y se le arrugó la frente. Apretó la mandíbula y noté como su corazón latía a un ritmo acelerado. Joder, se comportaba como un novio celoso y solo nos acabábamos de conocer. Puse los ojos en blanco y suspiré.
-Es mi compañero de alquiler. Se mudó aquí ayer -cuando se lo expliqué pareció calmarse. Se sentó en el sofá.
-Yo voy a vestirme, ¿me esperas aquí sentado?
-Claro -su cara volvía a ser la de antes, se encontraba totalmente relajado y sus ojos volvían a brillar como a mí me gustaba.
Pero cuando iba a subir, Adam estaba bajando por las escaleras. ¡Guau! ¡Qué cuerpazo tenía este chico! Solo llevaba unos pantalones cortos negros, que dejaban ver sus fuertes y pálidas piernas. Su torso desnudo era impresionantemente musculoso. Su pelo oscuro resaltaba su tez nívea. Clavó sus ojos en los míos y le sonreí como una estúpida adolescente, él me devolvió la sonrisa.
-Buenos días -dijo con su dulce voz. Cuando pasó junto a mí, rozó mi cabello con su mano y lo dejó caer rápidamente sobre mi espalda. El roce de su mano provocó un escalofrío en mi cuerpo. Me encontraba aturdida, muy confundida, ¿qué había sido ese escalofrío?
-Buenos días -dije casi sin aire. No aparté la mirada de su fornida espalada perfecta. Cuando vio a Nico, me miró durante un segundo.
-Hola -saludó Nico mientras se levantaba del sofá. Extendió su mano y Adam la agarró mientras le sonreía.
-Hola -se limitó a decir Adam. Compararlos era ridículo, Nico parecía una hormiga en comparación con mi compañero.
-Tu debes de ser Adam. -Fue más una afirmación que una pregunta. Adam asintió y se rió- Yo soy Nicolás, tu vecino, pero llámame Nico.
-Vale, Nico, ¿qué te trae por aquí? -preguntó mi compañero amablemente.
-Venía a ver a Michelle -explicó Nico con una sonrisa esbozada en su rostro.
-¡Ah, claro! Tú y Michelle sois... -insinuó alzando una ceja y mostrando sus dientes en una sonrisa pícara.
-¡No! -exclamé yo casi gritando.
-Entonces... ¿No sois novios? -esta pregunta iba dirigida a Nico, ya que sólo le miraba a él.
-No, no somos novios -afirmó algo decaído. ¡Genial! pensé irónicamente. Nico estaba enamorado de mí. Lo noté cuando le dijo a Adam que no éramos pareja y me miró con ojos tristes, casi suplicantes.
Yo era una chica entre un millón, ¿por qué narices tuvo que fijarse justamente en mí? ¿Es que acaso mi vida no era lo suficientemente complicada?
El ambiente se cargaba de tensión y no pude soportarlo. Los dos se miraban a los ojos como si estuviesen intentando leerse los pensamientos. Corrí por las escaleras y cerré mi cuarto de un portazo. Cogí un mono-pantalón corto a cuadros de colores. Me puse unas sandalias blancas y cepillé un poco mi pelo antes de recogérmelo en dos colas bajas. Cuando bajé al salón, Adam estaba sentado en el sofá mientras se comía un helado. Miré a su alrededor, pero no pude divisar a Nicolás.
-¿Dónde está Nico? -volvió la cabeza bruscamente para mirarme, parecía que le había asustado. Cuando vio que era yo, me mostró una sonrisa torcida y en sus ojos podía percibir el orgullo, como si hubiese ganado una batalla.
-Se ha ido. Tu amigo parecía estar incómodo a mi lado -soltó unas risitas irónicas y encendió la televisión.
Le había hecho algo a Nico para que se fuera. No quería discutir, y en cierto modo, me había hecho un favor, no tenía ganas de ver a nadie, aún estaba cansada.
-Le gustas -anunció Adam mientras yo me sentaba en el otro sofá. Le miré y alcé mis cejas haciéndome la sorprendida, pero ya me había dado cuenta de que Nico quería ser algo más que mi amigo, y eso era imposible.
-¿A sí? ¿Cómo te has dado cuenta? -pregunté irónicamente. Era obvio lo que Nico sentía por mí. Se comportaba como un novio celoso, y me daba igual que estuviese celoso, pero no quería que pensara que éramos novios o que él tenía algún poder sobre mí.
-Digamos que tu amigo es predecible -asentí, estaba de acuerdo. Nico era un libro abierto.
No hablamos más. Adam se fue todo el día en su coche, y yo limpié la casa para no aburrirme. Antes de irse, mi compañero se había ofrecido a ayudarme, pero le dije que no, que ya lo haría yo. Limpiar mantenía mis manos y mi mente ocupadas, lo cual era un alivio.
Me quedé dormida en el sofá, ni siquiera me bañé. Últimamente dormía mucho y me cansaba más aún.
Al día siguiente era lunes, me levantaría temprano para bañarme. Tendría que hablar con Nico en el instituto.

miércoles, 7 de julio de 2010

Cap 11

Mi nuevo compañero se quedó en su cuarto y yo bajé y me tumbé en el sofá. Me quedé dormida mientras pensaba en todo lo que había ocurrido. Estos días estaba durmiendo más de lo que había dormido en mi vida. Por desgracia, la pesadilla volvió a rondar por mi cabeza inconsciente mientras soñaba. Pero esta vez fue diferente. Yo paseaba por un oscuro bosque lleno de amapolas. Llevaba puesto un vestido largo y tenía alas como si fuese un hada. El cielo tenía un negro inigualable y tenebroso. Mire hacia arriba y la vi... la luna. Era roja, como la sangre... Era como encontrarme con mis dos yo. La primera, era la chica buena que siempre había sido, o al menos, la que había intentado ser, la chica que paseaba por el bosque tranquila, sin problemas. Mi otra parte estaba reflejada en la luna roja y el cielo tan negro, esa era mi parte oscura, la parte a la que tanto odiaba y deseaba oprimir. Caminaba entre los árboles lentamente, evitando las sombras de éstos y buscando una luz en la que resguardarme, un lugar donde poder tumbarme y y esconder mi cara entre las mis piernas. No quería enfrentarme a mi "yo" vampiro, pero tenía que hacerlo, formaba parte de mí por mucho que yo intentara negarlo y huir de esa parte que tanto me atemorizaba. Me senté bajo el árbol más grande de la zona y hundí mi rostro en mis frías y duras piernas. Había cambiado, las mapolas habían desaparecido y mi vestido blanco era ahora rojo. A mi lado se encontraba una pequeña laguna en la que se reflejaban los árboles, el cielo, y por supuesto, la roja luna. Me miré en el agua cristalina y vi mi rostro, que ahora era blanco. Mis labios eran ahora rojos, y caía sangre a ambos lados de mi boca...
-Michelle, despierta -era lo único que oía, una voz procedente de un ángel, una voz celestial. Y un olor entró por mis fosas nasales y bajó por mi tráquea, haciendo que mi boca se llenara de saliva y que me humedeciera los labios con mi fría lengua.
Abrí los ojos y lo vi. Era Adam que tenía su rostro a pocos centímetros del mío. Aguanté la respiración y él se alejó un poco de mí, y hacía bien.
-Estabas teniendo una pesadilla -me explicó. No pude interpretar su rostro, estaba frío, distante, con el ceño fruncido.
-¿Cómo sabes que tenía una pesadilla? -le pregunté mientras me erguía en el sofá y me sentaba.
-Te movías mucho y decías algo sobre una luna roja... -me sonrió y suspiré, por suerte no había escuchado nada de lo que tendría que preocuparme. Me levanté y fui a la cocina. Cerré la puerta para que no pudiera verme y apoyé mis manos sobre el mármol que rodeaba el fregadero. Agaché la cabeza, lo que hizo que mis pelos cayeran a ambos lados de ésta.
¿Por qué yo? Siempre había querido ser una chica normal, bueno, me gustaba ser vampira pero había preferido ser humana, con una vida y todo lo que eso conlleva. No podía ser normal mientras deseara matar a todo humano que se me cruzase por medio, no podía ser normal corriendo a la velocidad de un coche, no podía ser normal si podía levantar diez veces mi peso, no podía ser normal si no podía morir. Simplemente, no podía ser normal siendo un vampiro. Suspiré, pues ya no podía hacer nada para volver a la normalidad. Llevaba noventa años viviendo como una vampiresa, y tendría que seguir siéndolo durante toda la eternidad. Por ésto, me había prohibido a mí misma morder a ningún humano, no quería arrebatarle su vida a ninguna persona, lo veía como algo egoísta. Arrebatar la vida a alguien por desear su sangre... Era cruel, y no podía entender por qué lo hacían los demás vampiros.
Cogí un zumo de naranja de la nevera y me lo tomé de un trago. Adam seguía en el salón, podía oír su respiración, el latir de su corazón, y sobre todo, percibía su dulce y apetecible olor. Miré el reloj, ya eran las diez de la noche, hora de bañarme. Cuando pasé por la puerta de la cocina, Adam me miró durante un segundo y luego volvió a dirigir su mirada hacia la televisión. Era guapísimo, hermoso, único... Su rostro iluminado por la tenue luz del televisor era simplemente perfecto. Su pelo brillante y oscuro resaltaba su palidez.
Sacudí la cabeza y subí las escaleras.
 Hoy no iba a darme un baño largo. No llené la bañera, simplemente me di una ducha. El agua cálida caía sobre mi piel. Usé un gel con olor a aloe vera y lavé mi pelo con un champú con olor a chocolate. Me volvía loca el chocolate y ese champú olía realmente bien. Me sequé con la toalla e inmediatamente me puse el pijama. No tenía ganas de secarme el pelo con el secador y me lo dejé mojado. Como aún era verano, no tardaría mucho en sercarse. Bajé las escaleras y me senté en el otro sofá.
Adam estaba tumbado en el sillón, mirando la televisión. Estaba viendo una serie llamada "Los hombres de Paco". Trataba sobre un grupo de policías que solían "meter la pata" muy a menudo pero que al final, siempre resolvían los casos. Me gustaba esa serie, sobre todo Lucas, un policía joven y guapísimo, con la piel morena y el pelo oscuro, que tenía un poco de barba, lo que le daba un aspecto peligroso y misterioso.
Mi compañero se levantó y fue a la cocina. Caminaba como un modelo, con una gran desenvoltura, como si su cuerpo fuese una pluma y no tuviera que hacer ningún esfuerzo para moverlo. Se movía como yo, como uno de los míos. Pero esa idea ya estaba descartada, pues ningún vampiro poseía corazón ni sangre. La única sangre que podía salir de nosotros eran nuestras lágrimas.
No podía parar de mirarlo, simplemente parecía que me había hipnotizado. Cogió dos pizzas de la nevera y me miró.
-¿Quieres una? -su voz angelical interrumpió mis pensamientos.
-Sï -le respondí rápidamente.
-¿Cuá? ¿La de bacon o la de jamón? -me gustaba mucho la de bacon, pero la de jamón también era una de mis favoritas.
-Tengo una idea, ¿que tal si las partimos en dos y cada uno coge una mitad de cada pizza? Así comeríamos media pizza de jamón y media de bacon -se me había ocurrido sin apenas pensar. Al parecer, vivir en compañía se me daba bien.
-Buena idea -puntualizó. Mostró una enorme sonrisa torcida y me miró de reojo sonriendo mientras metía las pizzas en el horno. Me encantaba su sonrisa, me hacía sentir bien.
Coloqué dos vasos y una jarra de agua en la mesa que estaba frente la televisión. Cuando la campana del horno sonó, Adam sacó las pizzas y las puso sobre la mesa. Él se sentó en el sofá que estaba frente la televisión, y yo en el que hacía esquina con éste. Cogió el corta-pizzas y las cortó por la mitad. Nos las comimos en unos veinte minutos mientras veíamos "Los hombres de Paco". Apenas pude enterarme de lo que iba el capítulo, ya que me llevé todo el tiempo mirando a Adam.Los dos estábamos rígidos, con los puños cerrados sobre nuestras rodillas y la espalda totalmente pegada al respaldo del sofá. Me desconcertaba su mirada, miraba el televisor totalmente concentrado, como si fuese algo más que un simple aparato eléctrico. O tal vez intentaba no mirar hacia otro lado, me daba la impresión de que evitaba encontrarse con mis ojos. Cuando acabó la serie se levantó y cogió su plato. Pasó a mi lado y seguidamente me levanté para imitarle. Limpié mi plato y lo metí en el lavavajillas, él hizo lo mismo. Salí por la puerta y Adam quiso salir a la misma vez que yo. Nuestras manos se rozaron, y nos miramos confundidos. Su mano estaba caliente, demasiado, diría que se encontraba a unos cuarenta y cinco grados centígrados. Se apartó de mí, seguramente se dio cuenta de lo fría que estaba mi piel, generalmente me encontraba a quince grados centígrados, tal vez por eso me había parecido que su mano estaba tán cálida. Subió las escaleras rápidamente y escuché como se cerraba la puerta de su habitación Me fui a mi cuarto y me quedé totalmente dormida. 
Ese había sido mi primer día con Adam.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Comentad por favor, me aburro si no comentáis. :D