martes, 6 de julio de 2010

Cap 10

Estaba muy aturdida. Me maldije a mí misma por no haberme quedado allí y haber impedido que dañasen al lobo blanco, que al fin y al cabo había sido mi salvador, sin importar el motivo por el que lo hizo. La verdad es que en ningún momento pareció que quería hacerme daño, sino más bien lo contrario. No me miró como
los otros lobos, no me miró como una simple presa. Entré en casa y me senté a ver un poco la televisión. Imposible. No conseguía mantenerme distraída. Fui a la cocina y me comí varias chocolatinas que habían en la nevera, debía salir a comprar algo de comida. Era una buena excusa para mantener a mi mente alejada de aquella extraña pradera con los raros lobos que la habitaban. Cogí mi cartera y miré el dinero. Solo me quedaban cien euros, por suerte tenía guardados 3000 euros en el banco. De todos modos necesitaba ya alguien con quien compartir el alquiler. Tal vez estaba siendo demasiado exigente, pero es que pasaba de tener que aguantar a estúpidos adolescentes celebrando fiestas y dejando la casa hecha un asco. Fui a la tienda más cercana y todos se me quedaron mirando, pero eso era algo a lo que ya me había acostumbrado. Compré tres pizzas, zumo de naranja, una botella de coca-cola, tomates y lechuga para hacer una ensalada, patatas congeladas para freír... Lo sé, mi dieta era algo mala, demasiada comida basura pero es que me encantaba. Fui directamente a mi casa y en la puerta me encontré a un chico que me miraba fijamente. Era alto,  muy musculoso, aún más que Nico. Tenía el pelo castaño oscuro y muy corto. Su cuerpo era de hombre pero tenía cara de niño bueno, algo que me encantaba. Vestía un chaleco de mangas cortas gris, y sobre este llevaba una camisa a cuadros negros, blancos y rojos. Llevaba unos vaqueros largos y rotos, que al parecer se habían puesto de moda. Me gustaba su forma de vestir, se parecía mucho a mi estilo. Lo más curioso de todo él, eran sus rasgos perfectos, simétricos, y sobre todo, su piel, más pálida que la mía, y eso era imposible, a no ser que fuese un... Puede que lo fuera y por eso estaba frente a mi casa, al parecer esperándome.
-Hola -dijo con una voz que parecía provenir de un ángel caído del cielo- ¿eres Michelle Romero Anderson?
No respondí pues me quedé mirándolo como una boba, atontada, hipnotizada por su belleza, por su sonrisa. Miré sus ojos y me llevé una gran desilusión, eran muy corrientes, de color marrón claro. Cuando se dio cuenta de la cara de tonta que debía tener, sonrió y miró al suelo para después volver a clavar sus ojos en los míos.
-Sí, soy yo, ¿ocurre algo? -tenía algo de miedo, tanta belleza y palidez no era típica de un humano, y no quería ver a ningún vampiro, de algún modo les guardaba rencor. Pero él no olía como un vampiro, su olor era inigualable, lo mejor que había olido en toda mi vida, se me hacía la boca agua. No era como yo, notaba el latido de su corazón y percibía perfectamente la sangre corriendo por sus venas, era humano, pero olía terriblemente bien. Aguanté la respiración para evitar problemas con mi autocontrol.
-He visto tu anuncio en el colegio y yo también busco casa -no, no, no, esto no me podía estar pasando. Necesitaba un compañero pero él no, toda la casa impregnada de su olor... Solo de pensarlo enloquecía.
-Y... ¿eres responsable? -fue lo único que me atreví a preguntarle.
-Sí, bueno, yo me considero responsable, no me gusta organizar fiestas ni nada por el estilo -joder, necesitaba una excusa para negarme.
-Pero, yo busco alguien de mi edad y que vaya al instituto conmigo para que nos podamos conocer mejor -cuando le dije ésto, mostró una enorme sonrisa y alzó las cejas.
-Tengo dieciocho años -me dijo a la vez que  me enseñaba su carné de conducir. Ante esto no podía decir nada, me quedé callada. Pero que raro, era enorme y sin duda parecía tener más de veinte años, pero su carné no decía lo mismo.
-Bueno... puedes quedarte, pero como vea que no eres responsable y organizado se acabó el trato -mierda, ¿por qué no era capaz de negarme? ese chico tenía algo extraño, era demasiado encantador.
-Claro, no hay problema. Por cierto, me llamo Adam -se acercó a mí y me alejé bruscamente. Tomé una bocanada de air y su aroma entró por mis fosas nasales. ¡Dios! ¡Nunca había olido algo así!
-¿Ocurre algo? -preguntó extrañado con el ceño fruncido.
-¿Por qué te acercas a mí? -le pedí una explicación. Sin duda debía poner una norma acerca de la distancia de seguridad entre nosotros.
-Solo quería darte dos besos, es lo que se suele hacer cuando dos personas se presentan -jajajaja, me había pasado lo mismo que con Nico. Nunca me acostumbraría a los humanos. Ellos y sus extrañas costumbres, muchas de ellas peligrosas para mí por la cercanía entre los cuerpos.
-Lo siento, no estoy acostumbrada -le expliqué, y no pareció sorprenderse ni lo más mínimo.
Entramos en la casa y le di las copias de las llaves que tenía reservada para mi compañero de alquiler. Le mostré la cocina, el baño, y por último, las habitaciones... Él se quedó con la otra habitación, que estaba junto al baño. Bajamos otra vez las escaleras, y la verdad, es que mientras le mostraba la casa no dejaba de mirale, era tan perfecto como uno de los míos, pero él no era un vampiro, pues su corazón latía y corría la sangre por sus venas. Algunas veces se percataba de que yo le miraba y entonces me sonreía. Salimos a la calle para coger su equipaje.
-Por cierto, tu coche mola -dijo mientras observaba mi BMW negro. Estaba enamorada de mi coche, me encantaba y por lo visto a Adam también.
-Gracias, ¿qué coche tienes tú? -mostró una sonrisa pícara y alzó una ceja. Siguió caminado hasta que terminó la calle, y justo al lado de la esquina estaba aparcado...
-Este es mi coche -dijo mientras yo me quedaba con los ojos abiertos mientras miraba el maravilloso Bugatty Veyron rojo y negro que había allí aparcado. Nunca había visto un coche tan magnífico, era espléndido. No pude evitar una mueca de sorpresa, con la boca y los ojos abiertos. Vale, esto tenía que ser un sueño, un chico guapísimo y que huele de maravilla quiere vivir conmigo y éste tiene un lujoso coche del que me he enamorado.
-G-U-A-U -dije separando las letras. Buf, con eso me quedaba corta. Ese coche era... inigualable, impresionante.

El los asientos traseros estaban las tres maletas de Adam, él cogió las dos más grandes, una en cada mano, y yo cogí la otra. Probablemente pesaba unos treinta kilos, para mí era equivalente a que un humano llevase una hoja de papel, osea, nada. Las que llevaba él tenían pinta de pesar un montón, sin embargo, Adam no parecía hacer ni el más mínimo esfuerzo. Subimos las maletas a su habitación y lo dejé a solas para que pudiera descansar y organizar su armario.

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