martes, 20 de julio de 2010

Cap 15















Entonces, si yo era semivampira-semilicántropa, ¿por qué no me había transformado nunca en loba? Y ¿tenía yo algún poder especial?
-Yo puedo producir dolor de cabeza a quién yo quiera -me explicó Adam. ¿Dolor de cabeza? No me parecía un don muy útil.
-Muéstramelo -la pedí. Quería saber todo lo referente a mi otro mundo.
-No -se negó. Sus ojos me miraron serios y fríos, y habían cambiado de color... Ahora eran verdes, como los de Laura, como los del lobo que me salvó.
-Tus ojos... -estaba algo confusa. Sus ojos habían cambiado de color.
-También puedo hacer que mis ojos cambien de color, para que sean menos llamativos -me explicó con una sonrisa.
-Entonces... tu ojos son verdes -fue mas bien una afirmación. Era él. El lobo blanco era Adam. Había arriesgado su vida para salvar la mía. Sin decir palabra alguna, le abracé. Casi podía imaginarme la cara confusa que tenía él en ese momento. Olía extremadamente bien y era tan cálido. Apreté aún más mis brazos alrededor de su cuello, quería tenerlo muy cerca de mí, lo necesitaba.
-Me ahogas -susurró con su voz angelical.
-Lo siento -me disculpé mientras me alejaba de él. Mostró una cálida y hermosa sonrisa que me dejó un poco atontada. No debía permitir que ejerciera ese poder sobre mí con tan solo mirarme. Era ridículo.
-¿A qué ha venido esa muestra de cariño? -preguntó Laura. Ya me había olvidado de que no estábamos solos.
-Adam, tú me salvaste -aunque no era una pregunta, él asintió.
-Los licántropos no sabían que eras mestiza, aunque es obvio que lo eres.-Laura frunció el ceño y me lo explicó- Tus ojos no son rojos como los de los vampiros. Los licántropos conservamos nuestro color de ojos, pero se vuelven más llamativos y brillantes.
Ahora que lo decía, tenía razón, recuerdo perfectamente los ojos rojos y hambrientos de los vampiros que me transformaron, y los míos no eran así. Los ojos de él habían vuelto a ser marrones, no me gustaban.
Como una tonta, me quedé observando con detenimiento los ojos de Adam, quería, no, necesitaba volver a ver esos ojos verdes que me hipnotizaron en aquella pradera. Me imaginaba la cara de idiota que se me había quedado y él comenzó a reír.
-Parece que estás buscando oro en mis ojos -se burló mientras seguía con sus carcajadas.
-¡Quiero verlos! -le ordené, casi gritando, sin ser consciente de lo que decía. Cuando me di cuenta de lo que había dicho me avergoncé. En ese momento escuché la puerta cerrarse. Laura, mi madre, se había ido sin hacer ni el más mínimo ruido. Era muy sigilosa y parecía que me había leído el pensamiento. Necesitaba un rato a solas con Adam.
Justo en ese momento, me di cuenta de que él seguía sin camiseta. Su cuerpo volvía a ser perfecto, como esculpido por un Dios, sin heridas, cicatrices ni sangre... Solo de pensar en el olor de su sangre, se me caía la baba.
Me miró confuso, más bien asustado por mi repentina reacción. Yo no era así, no me gustaba dar órdenes, pero anhelaba sus ojos verdes.
-Siento haberte gritado, pero tus ojos... se podría decir que me siento hipnotizada por ellos -no sabía como explicarme. Nunca le había dado explicaciones a nadie, pues mi relación con los humanos fue sumamente esctricta y fría.
-Tranquila, es normal lo que te ha pasado. Tenemos unos ojos tan llamativos para atraer a nuestras presas -ya había visto esto en algunos documentales, muchos depredadores del reino animal, tienen colores muy llamativos para atraer a sus presas o para rituales de apareamiento. Sus ojos volvieron a ser verdes, como a mí me gustaba, ahora me sentía mucho mejor.
-Los vampiros sois tan extremadamente guapos y tenéis esos cuerpos perfectos por lo mismo, para atraer a vuestra comida. Seguro que no has visto un vampiro feo o gordo en toda tu vida, ¿verdad? -tenía razón, los dos vampiros que había conocido eran increíblemente hermosos, cada parte de sus cuerpos me incitaban a acercarme a ellos, y maldito momento en el que no pude resistirme a sus encantos a pesar de solo ser una cría de diez años.
-Supongo que tienes razón, -suspiré- por cierto, ¿cuantos años tienes?
-Tengo exactamente diez años menos que tú. -Entonces tenía ochenta años. Se hizo un breve pero molesto silencio- Tu madre me convirtió el mismo día que te transformaron a ti.
-¿Qué? ¿Cómo? -nunca había oído nada sobre transformar a humanos en licántropos.
-Es parecido al modo en que lo hacen los vampiros, solo que podemos transformar haciendo cualquier herida de la que salga sangre, por muy pequeña que sea. No solo transformamos a los humanos mordiéndolos, un simple rasguño con la garra y será un lobo.
-Guau. -Dije atontada- Hoy no voy a poder dormir...
-Demasiados cambios en un solo día ¿verdad? -alzó su mano y la puso sobre mi mejilla, haciendo que esta se calentara. Que sensanción tan agradable... Y olía tan bien. Cerré los ojos y aspiré su aroma, era delicioso (mejor que la pizza más buena del mundo) Ji ji ji, reí en mi interior, lo estaba comparando con la comida.
-Sí -dije al fin- ¡Joder! ¿Por qué tienes que oler tan bien? -se me escapó. No debía haber dicho eso.
-Es otro modo de atraer a nuestras presas -sonrió y apartó la mano de mi rostro. Deseaba decirle que no lo hiciera, pero no quería que pensara que estaba obsesionada con él, cosa que era cierto.
-Pues funciona... -no pudo evitar reirse de mi comentario. Tenía una risa tan melódica y bella. ¿Pero qué me estaba pasando? Yo no era así. Este chico me estaba volviendo loca.
-Supongo que ya no iremos al instituto -dijo Adam interrumpiendo el silencio que se había formado.
-No, prefiero que hagamos otra cosa -me levanté rápidamente de la cama y salí de la habitación. Bajé las escaleras y directamente entré en la cocina. En menos de un segundo, Adam estaba junto a mi, mirándome confundido con sus radiantes ojos verdes y su hermosa cara de ángel. Yo estaba con la espalda pegada a la nevera, y él puso sus dos manos a cada lado de mi cabeza, haciedo que nuestros rostros quedaran frente a frente. Estábamos tan cerca, que oía a la perfección el latido de su corazón y la sangre fluyendo por sus venas.
-¿Qué vamos ha hacer? -preguntó con una sonrisa pícara. ¡Oh, dios! Como me gustaba esa cara de niño malo que ponía.
-Primero vamos a desayunar. -Ordené mientras me agachaba para escaparme del poder de sus ojos. Suspiré y abrí la nevera, cogí la leche que estaba bien fría y me tomé los dos litros que quedaban. Estaba verdaderamente sedienta- Lo siento Adam, no te he dejado leche.
-No me importa, no tengo ganas de desayunar, aún... -tras ese "aún" se escondía algo. ¿Acaso los licántropos no comían comida humana? ¡Pero que tonta soy! No me acordaba de que esa misma noche, habíamos comido pizza los dos juntos. Entonces, ¿por qué enfatizó ese "aún"? Bueno, creo que le estaba dando más importancia de la que realmente tenía.
-Pues entonces podemos irnos. Quiero que me digas como puedo transformarme y también me gustaría ver cómo te transformas -cuando le dije que quería ver como se transformaba, abrió los ojos y después frunció el ceño.
-Tendré que llevarme ropa, cuando me transformo, toda la ropa se rompe. Y no pienso quitarme la ropa y quedarme desnudo estando tú presente. Así que si quieres que me transforme, tendrás que llevar mi ropa.
-Vale, yo llevaré un conjunto para que te puedas vestir, y por si acaso, me llevaré uno para mi -dije convencida de que hoy sería mi día. Hoy me transformaría en loba y Adam me ayudaría.
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Espero que os haya gustado.
Me cuesta un poco imaginarme qué ocurrirá en la pradera, pero ya se me ocurrirá algo.

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