martes, 27 de julio de 2010

Cap 17



















Pablo era simplemente hermoso, perfecto, magnífico... Me recordaba mucho a la primera impresión que tuve cuando vi a Adam. Se acercó a mí sonriendo y me dio un beso en cada mejilla, lo que hizo que éstas ardieran. Esta vez dejé que me besara, alguna vez tendría que ser la primera ¿no? Adam nos estaba mirando con los brazos cruzados sobre su vientre y tenía una mirada un poco incómoda.
-Y-yo soy Michelle, encantada de conoc... -no pude terminar mi frase, todo sucedió muy rápido. Vi los rostros de esos dos ángeles tensarse y mostrar una clara mueca de pánico y rabia. Un licántropo marrón saltó sobre mí haciendo que mi cuerpo cayera sobre la fría hierba y que mi cabeza se golpeara contra una roca. El golpe no fue grave ni muy doloroso, pero me sentí algo confundida. El lobo marrón volvió a envestir contra mí, y esta vez me mordió en la mano. Sentí como mi piel se iba rasgando y algo me quemaba. Adam y Pablo se transformaron y atacaron al otro lobo. Me dolía mucho la mano y la miré ¡estaba saliendo sangre por la herida! Observé con atención la línea de color escarlata que bajaba por mi mano hasta perderse en mi muñeca. La herida se iba cerrando y ya casi había cicatrizado, pero la sangre seguía ahí. Adam trotó hacia mí mientras Pablo luchaba por liberarse de los colmillos del lobo. Acaricié el lomo del lobo dorado que estaba junto a mi, tenso, preparado para pelear si era necesario. Escuché un gruñido y después un gemido. Pablo... Por su cabeza salían gotas de sangre, que después se transformaron en una hemorragia que salía sin control. Me puse en pie, ya no me dolía el cuerpo ni la mano. Adam intentó pararme pero le hice un gesto con la mano para que se quedara donde estaba. El lobo marrón seguía mordiendo a Pablo y yo no lo iba a permitir, de algún modo ya me sentía unida a él, aunque lo acabara de conocer. Salté sobre el licántropo y este emitió un desgarrador gruñido. Me aferré a su cuello y le mordí, seguidamente di un salto para situarme entre él y Pablo. Gruñí y sentí un dolor en mi garganta, que a la vez me hizo sentirme poderosa. Volví a envestir contra el lobo y con mis manos agarré una de sus patas delanteras y la crují hasta romper el hueso. El lobo feroz ahora parecía un cachorrito, estaba gimiendo y de su cuello salía una línea de color escarlata. Adam me miraba atónito desde su posición, aún tenso y dispuesto a atacar. Giré mi cabeza para mirar a Pablo, estaba muy mal, estaba saliendo demasiada sangre por su cabeza. Avancé con paso firme hacia él y me agaché para acariciar su cabeza lobuna. Sentí un fuerte golpe en mi espalda y volé por encima de Pablo para después chocar contra un eucalipto.
-¡Aaaaaaaaaaaah! -grité de dolor, me había roto una o varias costillas y tal vez una vértebra. Maldito chucho. Adam lo golpeó y le mordió en la yugular. Me quedé tirada en el suelo muy cerca de Pablo. Me arrastré hasta quedarme tumbada junto al lobo gris que yacía en la hierba, inmóvil. Su sangre olía tan bien como la de Adam, pero ya me estaba acostumbrando. Puse mi mano sobre la herida que tenía en la frente, que era por la que más sangre salía. Tal vez si la tapaba con mi mano se cortaba la hemorragia. Otro dolor punzante recorrió mi cuerpo, pero éste fue algo extraño, miré hacia Adam y vi que éste también estaba malherido, pero seguía luchando contra el chucho marrón.
Mi deber era acabar con esto, y así lo hice. Me puse en pie y rodeé mis costillas con mi brazo, ya estaban sanando. Caminé lo más rápido que pude hacia los licántropos que seguían enzarzados en una lucha a la que había que ponerle fin. Me impulsé con mis piernas y salté sobre el lobo, a pesar de que me dolían muchísimo las costillas y la espalda. Se zarandeó para intentar librarse de mí, pero yo apreté mis brazos entorno a sus costillas y las oí crujir una a una, los huesos acabaron cediendo y varios se rompieron. Me bajé del licántropo y éste salió huyendo, cojo y apenas podía correr por los huesos que le había roto.
Miré hacia atrás y la escena parecía recién salida de una película de terror. El licántropo gris seguía desmayado y sangrando, el lobo dorado tenía varios rasguños en las patas, pero ya estaban cicatrizando. Hasta ahora no me había dado cuenta de que el árbol contra el que choqué se había derrumbado a pesar de ser enorme. Fui hacia Adam y le sonreí para calmarlo. Me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Dejamos a Pablo inconsciente en el claro. Caminamos por un campo de olivos y después llegamos a una casita súper pequeña, que más bien parecía un almacén como los que se usaban antiguamente para guardar los artilugios del campo. Abrimos la puerta y allí había ropa, zapatos, e incluso un botiquín. Adam cogió unos pantalones y un par de zapatos y salió del almacén para cambiarse. Yo cogí otros pantalones y otro par de zapatos, además de unas vendas para hacerle un torniquete a Pablo.
De pronto comencé a sentirme mal, me dolía mucho el vientre. Adam llegó e intenté disimular mi dolor apretando mi brazo contra mi barriga, pero cuando lo separé de ésta vi que estaba totalmente lleno de sangre. Noté como mi cara se descomponía y no pude evitar gritar de dolor cuando otra punzada atravesó mi estómago.
-¡Oh no! Mierda -exclamó Adam mientras me ayudaba a mantenerme en pie y no desplomarme en el suelo. Levantó un poco el chaleco y miró mi barriga, que estaba totalmente cubierta por una capa de sangre. Debió ocurrirme cuando me golpeé en el árbol.
-Ya se me curará, tenemos que ayudar a Pablo -asintió con la cabeza y me cogió en brazos. Apoyé mi cabeza en su pecho desnudo y cálido, oyendo el latido de su corazón y disfrutando de su olor. Evité gritar varias veces cuando la herida me dolía, pero no podía evitar encogerme o estremecerme y Adam no hacía más que maldecir. En su rostro podía notar la rabia, pero seguía siendo perfecto, simétrico, hermoso.
Llegamos al claro y allí seguía Pablo, pero ya tenía su forma humana. Bajé de los brazos de Adam y le di los pantalones y los zapatos que cogí de la casita. Me quedé alejada de ellos mientras Adam le ayudaba a ponerse los pantalones. Cuando estaba vestido me acerqué a ellos y tuve que callarme el grito que estaba a punto de soltar cuando vi el aspecto de Pablo. Aunque gritar era algo voluntario, llorar no, y no pude evitar que lágrimas de sangre corrieran por mi rostro, quemándolo.Busqué la venda a mi alrededor, pero no la encontraba. Mierda, se me había caído por el camino.


-No importa, me curaré pronto -la voz  provenía de Pablo y sonaba tranquila y muy sincera. Pero ¿cómo sabía lo que había pensado?
-Puedo leer las mentes -me explicó. Esto sin duda, iba a ser un problema, pues él no tenía por qué enterarse de que a mí me gustaba Adam, y tampoco debía saber lo guapo que era a mis ojos. Evité pensar en eso y me concentré en hacer que mis lágrimas cesaran.
-¿Estás mejor? -me preguntó Adam, pero no respondí enseguida pues estaba observando con detenimiento las heridas de Pablo, tenía que dolerle un montón.
-Sí, creo que ya casi está -mentí, aún me dolía mucho y seguía sintiéndome como si cuchillos de hielo atravesaran mi estómago de un lugar a otro. Pablo frunció el ceño, él sabía que me seguía doliendo pues podía leer mi mente. Se sentó aún más cerca de mí y levantó un poco el chaleco para ver la herida. Ya apenas salía sangre. Pablo colocó su mano cálida sobre la raja que había en mi barriga, sin importarle mancharse de sangre. No pude evitar sentirme algo incómoda, pero la calidez de su mano alivió mi dolor.
-Como los licántropos y los vampiros somos enemigos desde siempre, tu parte vampira aprovechará cualquier signo de debilidad para acabar con tu parte licántropa, y cuando un licántropo te hace una herida, tus defensas de loba necesitan ayuda de otro lobo. Por eso el que mi mano sirva para cortar la hemorragia, hace que tus defensas vampíricas disminuyan y dejen de atacarte -este discurso parecía el que daban enfermeros que iban a los institutos para dar consejos de primeros auxilios. Pablo era realmente bueno en ésto.
-Por eso antes sentí frío... -pensé en voz alta. Siempre se me escapaba algo, tenía que dejar de pensar tanto.
-Sí, los vampiros pueden hacer cualquier cosa por acabar con nosotros -dijo Pablo mientras mostraba una mueca de desagrado e ira.
-!Te recuerdo que el que me ha hecho esto es tu amiguito, el lobo! -exclamé recalcando la palabra "amiguito".
-Le dije que no lo hiciera, pero ya no me hace caso. Sabe que no eres una vampira, o al menos, no del todo, pero a pesar de saberlo quiere matarte.

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