lunes, 28 de junio de 2010

Cap 9

Cuando llegué a casa estaba hiperventilando, pero no por el agotamiento sino por el lío que tenía en mi cabeza, por todas esas preguntas sin responder... Necesitaba volver, pero no en ese momento, ya había vivido demasiadas emociones fuertes. Abrí la puerta y entré en mi casa, me tumbé en el sofá y me quedé completamente dormida. Me sumergí en un interesante sueño muy nítido y real. Me encontraba en el mismo bosque al que fui esa tarde, justo donde me encontré con los lobos, y allí estaban los dos. Eran magestuosos a la vez que hermosos, el más grande de color blanco y gris, parecía ser el alfa y el otro estaba tumbado a sus pies. Tuve el atrevimiento de acercarme a ellos a pesar de lo mucho que imponían. Cuando estuve a menos de un metro de distancia pude ver sus ojos. Los del más grande y de color grisáceo eran dorados, como los topacios y brillaban como el sol, o quizás más. En cambio, el otro lobo tenía ojos apagados, de color azul tirando a gris, casi parecían grises. Ambos me miraron como si yo fuese un conejo al que tenían que atrapar y matar. Se pusieron en pie y me superaban en altura, medían casi dos metros, a decir verdad, me asustaban un poco. El lobo marrón saltó sobre mí y yo me quedé tirada en el suelo. Él estaba de pie encima mía mientras el gris se situaba a mi lado y me miraba fijamente con sus penetrantes ojos dorados. No podía moverme por el miedo, estaba paralizada, y es que no quería hacerles daño, pero ellos si querían hacérmelo a mí. Me asustaba tener a un animal así encima mía, y aunque no se tumbó sobre mí, yo sentía su peso haciendo presión sobre mi cuerpo, como si me quisiera aplastar contra la hierba. Mostró sus enormes dientes y abrió la boca para morderme la cara, estaba a pocos centímetros de mí... Y entonces me desperté con la respiración agitada. Todo había sido una pesadilla... pero fue tan real que llegué a creérmela. Me sentía terriblemente aturdida y tomé la decisión de darme un baño para relajarme. Relajarme, eso era justo lo que necesitaba. Ahora me sentía muy agitada por todo lo que había sucedido y debía calmarme. Llené completamente la bañera y al igual que la noche anterior, rocié el agua con sales de baño con olor a rosas. Traté de no pensar en nada que no fuera mi nueva casa y mi nuevo instituto. Al cabo de media hora salí de la ducha y me sequé con la toalla. Me coloqué mi pijama rojo de tirantas y pantalón muy corto. Adoraba el color rojo. Pero ahora había un problema, y es que esta tarde había dormido tanto que no tenía ganas de volver a dormir. Como el día siguiente era sábado, podía permitirme el lujo de acostarme tarde.
Cené una pizza de bacon, mi preferida. Me senté en el sofá tras comer y encendí la televisión, aunque en realidad no me apetecía ver nada. Cambié de canal una y otra vez hasta que encontré algo que captó mi atención. En el canal 2 estaban echando un documental sobre lobos y quise verlo entero. Los lobos que aquí salían eran mucho menos intimidantes y más pequeños que los que esa tarde ví. Según este documental, ahora solo quedaban dos especies de lobos, ambas protegidas, que eran: El lobo gris y el lobo rojo. El lobo rojo era el más raro de los dos.
Lobo Gris:
Lobo rojo:

Ambos eran hermosos, pero el que guardaba más parecido con los que vi era el lobo gris, aunque seguía siendo muy pequeño para tratarse de los de esta tarde. El lobo rojo tenía las orejas más grandes y era más pequeño aún. También dijeron en la televisión que los lobos vivían en manadas y que en ocasiones, como la época de celo, los grupos se enfrentaban, e incluso los miembros de una misma manada peleaban entre sí para ser el macho alfa. Pero ¿para qué me servía a mí todo esto? Las bestias que yo vi no eran simples lobos grises, no, eran más que eso. Y lo peor de todo es que yo me veía incapaz de hacerles daño. Algo en mi me decía que no les hiciera nada, pero si le hacía caso a esa voz puede que mi vida terminase y aunque ya había vivido muchos años, necesitaba hacer muchas cosas antes de morir. Me quedé dormida en el sofá y por suerte no tuve ninguna pesadilla. Cuando desperté mi estómago volvía a rugir como el día anterior en el autobús. Cogí tres magdalenas rellenas de chocolate y me las comí una a una de un solo bocado. Una cosa buena de ser vampira es que no engordaba. Después subí a mi cuarto, levanté las persianas y abrí el armario. Hacía mucho calor, el sol brillaba como nunca y como yo tenía una vista muy desarrollada tenía que ponerme gafas de sol en días como éstos, supongo que a esto se devían las historias sobre que los vampiros no salían al sol, éste último nos provocaba una leve ceguera y era muy incómoda. Me puse una camisa blanca de mangas cortas y una mini falda de color azul eléctrico. Cogí mis converses blancas y me las coloqué. Me fui directamente al baño para recoger mi pelo con una cola. Cuando bajé las escaleras me puse las gafas de sol para salir a la calle. Estaba decidida. Tenía que volver al campo del día anterior. Necesitaba ver a los lobos otra vez. Ya eran las doce del mediodía cuando comenzé a correr rápidamente hacia mi objetivo. Llegué en diez segundos, me encantaba la sensación de velocidad cuando corría a ochenta kilómentros por hora. Cuando estuve frente la pradera me inundó una oleada de pánico, por una parte quería verlos, pero por otra parte deseaba que no volvieran.
Allí estaban. Ahora eran más, seis si no me equivoco. Al fondo, cerca de los árboles, se encontraba el marrón de ojos grises, algo más cerca estaban dos lobos juntos, que parecían una pareja, uno era negro y el otro blanco y marrón. Aún más cerca había uno gris tumbado sobre la fría hierva y tras este estaba el que más llamó mi atención pues parecía un husky siberiano, pero al igual que los otros, medía dos metros. Era negro y blanco, con ojos azulados. Y finalmente, en cabeza se situaba el líder, el lobo gris y blanco. Estaba aullando, y me miró con ojos amenazantes. Todos se percataron de mi llegada a pesar de que me encontraba a más de doscientos metros de ellos. Cuando me vieron, cambiaron de postura y avanzaron dos pasos. Pero entonces se apresuraron y comenzaron a correr hacia mí. "Estúpida, estúpida" grité en mi interior, mi mente
me ordenó que saliera pitando de allí, pero no le hice caso, algo me retenía. Todo ocurrió rápidamente, pero yo lo veía todo a camara lenta. Los lobos corrían hacia mí mostrando sus fauces y rugiendo como leones. Detrás mía escuché ramas crujiendo y cuando volví mi cabeza para mirar me encontré con él. Sin duda alguna era el lobo más hermoso de todos. Tenía un color blanco con un ligero matiz dorado, y su pelaje parecía suave y sedoso. Pero lo que más destacaba de él, eran esos ojos verdes... Tan verdes que parecían artificiales, más bonitos aún que los de Nico, más hermosos que los ojos dorados del lobo gris... Y lo más extraño es que en ningún momento me asusté de él, a su lado me sentía segura. Se agazapó, dispuesto a saltar sobre mí y entonces cerré los ojos, pensé que sería lo mejor. Esperé y no sentí nada, luego decidí mirar y el lobo dorado estaba frente a mí, listo para atacar a la manada de lobos furiosos que corrían a gran velocidad, tan rápidos como yo. Cuando los otros llegaron, saltaron sobre el animal hermoso de ojos verdes y éste se deshizo de todos a bocados. Era mi momento, tenía que salir corriendo y desaparecer de allí, pero no quería dejar solo al lobo que me había salvado. Lo pensé varias veces, pero... ¿y si el lobo luchaba contra la manada simplemente porque yo era un alimento? ¿Quería comerme? o ¿Me estaba salvando la vida? Lo mejor era correr, pues era más probable que fuese mi primera idea la que el lobo tenía en mente. Yo solo era un alimento para ellos. Nada más. Huí de allí lo más rápida que pude, creo que esta vez llegué a alcanzar los cien kilómetros por hora.
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1 comentario:

  1. uuu mostro exelente soy de colombia sanpablo me encanto buena referencia y muy buna invencion del texto ;)

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